Francisco, el Papa que nos animó al discernimiento
El Pontífice pedía que, a quien en cualquier ámbito se halla ante decisiones en circunstancias difíciles, se le ayude a discernir qué quiere Dios de él

En las palabras de Jesús: “Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón”, el papa Francisco comparaba el corazón con una brújula que, cuando la dejas, busca ella sola el norte. Si se nos deja sueltos, ¿hacia dónde se orienta nuestro corazón? Nos rodean muchos polos de atracción, por ejemplo, el poder, el dinero, las personas queridas, satisfacciones humanas, Jesús, el Evangelio. Algunos polos son incompatibles con otros. Cada situación es única y no hay respuestas prefabricadas para todos los casos posibles. Esto sucede en todos los campos: político, social, negocios, profesional, familiar. Por elegir sólo un ejemplo, hablando de situaciones familiares irregulares, el papa Francisco dice en la exhortación apostólica Amoris laetitia que “el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero [...]”. “Hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición”. Se dan “situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral”.
Discernimiento, esa es la palabra. Desde agosto de 2022 hasta enero de 2023 el papa Francisco, en las audiencias que se celebraban cada miércoles, presentó catorce intervenciones sobre la pregunta radical del discernimiento: ¿qué quiere Dios de mí, hoy, en estas circunstancias?
En esas audiencias el papa Francisco, siguiendo su enraizamiento jesuita, recordó el ejemplo de san Ignacio. Cuando en París Íñigo de Loyola era estudiante, sin ser todavía sacerdote, supongo que a sus amigos, a los compañeros y profesores que venían a hablar con él, les diría algo así: “Yo he tenido una experiencia de Dios. Dios me ha ido diciendo qué quiere de mí, hacia dónde quiere que oriente mi vida. Yo no puedo decirte lo que Dios quiere de ti, porque eso tiene que decírtelo Dios a ti. Pero, si quieres, yo puedo ayudarte a que tú busques y encuentres lo que Dios quiere de ti”. Ignacio los ayudaba a hacer los ejercicios espirituales para que les llegase la voz de Dios. No les decía lo que tenían que decidir, sino los ayudaba para que sencillamente Dios, sin intermediarios, se comunicase con cada uno y ellos con Dios.
El papa Francisco pide que, a quien en cualquier ámbito de la vida se encuentra ante decisiones en circunstancias difíciles, se le ayude a discernir qué quiere Dios de él, con el máximo respeto a lo que Dios, en un discernimiento bien hecho, comunique a la persona. En la ya citada Amoris laetitia, hablando de situaciones familiares, nos dice que “la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia”. “Esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo”. “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas”.
Cuando la brújula de Francisco se movía, sus prioridades eran Jesucristo y el Evangelio"
El discernimiento no es un juego trivial. Parte de una disposición abierta, no preestablecida, a seguir lo que Dios nos diga. Debe conducir a una decisión que la propia persona, oyendo la voz de Dios asume ante Dios. Hay el peligro de hacer trampas en el solitario: entrar con decisiones tomadas o deliberar bajo el impulso de inclinaciones menos limpias que nos mueven hacia decisiones interesadas. La ayuda de otra persona que acompañe el proceso puede garantizar la limpieza en la búsqueda y evitar el engaño de pensar que Dios quiere lo que a nosotros nos conviene. Para los casos de uniones familiares irregulares el Papa dijo en Amoris laetitia que esa ayuda es necesaria: "No conviene hablar de permisos para acceder a los sacramentos, sino de un proceso de discernimiento acompañado por un pastor. Es un discernimiento personal y pastoral”. Cuando algunos obispos checos preguntaron al papa Francisco quién y cómo debe prestar ese acompañamiento el Papa respondió, en respuesta firmada y publicada: “todos los sacerdotes tienen la responsabilidad de acompañar a los interesados en el camino del discernimiento”. “Es cada persona, individualmente, la que está llamada a ponerse delante de Dios y a exponerle su conciencia, con sus posibilidades y limitaciones. Esta conciencia, acompañada por un sacerdote e iluminada por las orientaciones de la Iglesia, está llamada a formarse para evaluar y emitir un juicio suficiente para discernir la posibilidad de acceso a los sacramentos”.
El papa Francisco ha mostrado que el discernimiento es exigente, pero que cualquier persona bien intencionada y ayudada es capaz de oír la voz de Dios y de hacer que esa luz de Dios sea la piedra imán que encamine la brújula de sus decisiones. El Papa confiaba en que el fuego de Dios está en el corazón del pueblo de Dios. La alegría de Dios en el corazón de quien busca y halla con limpieza es confirmación interior de una buena decisión.
Quizá el papa Francisco lo veía así porque él mismo, en tantas decisiones que tuvo que tomar en la Iglesia, se sentía urgido por ese fuego interior. Cuando su brújula se ponía en movimiento, sus prioridades eran Jesucristo y el Evangelio. Y lo que dentro de él se agitaba era como lo que describe en el Cántico Espiritual san Juan de la Cruz: “Sin otra luz ni guía sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz de mediodía…”.
Sí; en el corazón del papa Francisco ardía luz de Dios.
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