La última lección de un Pontífice "con un corazón abierto a todos"

Cerca de 400.000 fieles despiden a Francisco, que congrega en su emotiva marcha a Trump y Zelenski en un gesto que acerca la paz a Ucrania

Sus restos reposan ya en la basílica de Santa María la Mayor

El funeral de Francisco deriva en un cara a cara vaticano entre Trump y Zelenski

Vista imponente de la plaza de San Pedro abarrotada ayer de personas con el féretro de Francisco abajo durante su funeral en el Vaticano.
Vista imponente de la plaza de San Pedro abarrotada ayer de personas con el féretro de Francisco abajo durante su funeral en el Vaticano. / Stefano Spaziani / EP

"La muerte no es el final de todo, sino el comienzo de algo". Esta reflexión dejó escrita el papa Francisco en el prefacio del libro Esperando un nuevo comienzo, reflexiones sobre la vejez, obra del cardenal Angelo Scola, uno de sus rivales en el cónclave de 2013, que eligió Jorge Mario Bergolio como Obispo de Roma. Epílogo y prólogo, dos caras de la misma moneda, muerte y nacimiento, desenlace e inicio. El adiós del Pontífice conllevará una nueva etapa en el Vaticano, pero antes quiso dar una última lección de su apostolado congregando a fuertes y débiles en su casa estos últimos 12 años.

La Santa Sede, Roma y el mundo entero despidieron con honores a Francisco en una ceremonia emotiva, sencilla, cerca de 400.000 fieles en San Pedro y marcada por un cariz político. Un funeral de paz o que busca la paz. Nada habría enorgullecido más al pontífice argentino que se sellara la paz entre Rusia y Ucrania en suelo vaticano, y, a tenor de la histórica imagen de Donald Trump con Volodimir Zelenski en un salón de la Santa Sede, quizás el sueño de Francisco se vea cumplido más pronto que tarde después de tanto sufrimiento.

Sus restos mortales descansan desde mediodía en Santa María la Mayor después de un funeral con la presencia de delegaciones de alrededor de 150 países y 50 jefes de Estado –incluyendo Felipe VI, acompañado por la reina Letizia– y de Gobierno –con la consabida ausencia de nuestro presidente, Pedro Sánchez–. Un acontecimiento que envolvió a los más poderosos de los planetas y a los marginados, esas gentes que tanto defendió y por las que tanto oró el bonaerense, el Santo Padre número 266 en la historia. Estuvieron invitados en un lugar privilegiado para el adiós de Francisco, en la terraza llamada loggia del maggiordomato, los amigos del Papa, como el cartonero argentino Sergio Sanchez, así como las asociaciones de ayuda a los pobres y a los migrantes a las apoyó en sus 12 años de pontificado.

Tras el ataúd en San Pedro caminaron diáconos y cardenales, todos vestidos de rojo, el color del luto papal; había 980 concelebrantes, entre cardenales, obispos y sacerdotes, además de 200 ministros de la comunión y más de 4.000 sacerdotes en el lado derecho del atrio, donde se encuentra la estatua de San Pedro. Frente al altar, a la derecha, se situaba el icono de la Salus Populi Romani. Una vez depositado el féretro en el atrio –sobre el que se colocó un Evangelio abierto–, sonaron cánticos gregorianos, que precedieron a la primera lectura, realizada en inglés, de la carta del apóstol de San Pablo. Posteriormente, volvieron a sonar cánticos gregorianos en latín antes de otra lectura, esta vez en español, la lengua materna del Papa.

El cardenal Re realzó en la homilía palabras de Francisco: "La Iglesia es un hogar para todos"

Bergoglio se afanó en "construir puentes y no muros", una frase que repitió a lo largo de su pontificado, como recordó en la sentida homilía de su funeral el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, que destacó la importancia de los migrantes en la etapa vaticana de Francisco, con alusiones a su primer viaje oficial, a la isla de Lampedusa, y también a la misa que celebró en la frontera entre Estados Unidos y México.

Y lo hizo delante de algunos de los adalides mundiales de las políticas ultraderechistas antiinmigración, como Trump, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, y la jefa del Gobierno italiano, Giorgia Meloni. Re quiso destacó que Francisco "estableció contacto directo con la gente, deseoso de estar ahí para todos, con una marcada atención a quienes tenían dificultades, dedicándose a pensar en todo, hasta en los últimos habitantes de la Tierra y en los marginados. Fue un Papa entre el pueblo, con un corazón abierto a todos".

Y también recordó que "frente al estallido de tantas guerras en estos años, con horrores inhumanos e innumerables muertos y destrucciones", el Pontífice "no ha cesado de alzar su voz implorando la paz e invitando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones".

El cardenal destacó también "su vocabulario característico y su lenguaje rico en imágenes y metáforas" y su "gran espontaneidad y un modo informal de dirigirse a todos, incluso a las personas alejadas de la Iglesia". Y subrayó también su idea de que "la Iglesia es un hogar para todos; una casa con puertas que siempre están abiertas", así como su atención a favor de los refugiados, desplazados y pobres.

Concluyó Re con una referencia a la clásica forma de despedirse de Bergoglio. "Querido papa Francisco, ahora te pedimos que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero, como lo hiciste el domingo pasado desde el balcón de esta basílica en un abrazo final con todo el Pueblo de Dios, pero idealmente también con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y tiene en alto la antorcha de la esperanza".

Posteriormente, el féretro viajó seis kilómetros por las calles de Roma hasta la basílica de Santa María la Mayor, donde reposan sus restos tras un sepelio íntimo ante el camarlengo, Kevin Joseph Farrell, y los familiares del Pontífice, además de los cardenales que acompañaron el féretro hasta la capilla de la iglesia romana, donde se encuentra el icono de la Virgen Salus Populi Romani, de la que Francisco era muy devoto. La tumba tendrá una lápida de mármol de Liguria, la tierra de sus antepasados italianos.

Desde luego, otra lección que dio Francisco en su epílogo, que como él recordó es también principio, está vinculada a su austeridad y sencillez a la hora de irse desde la plaza de San Pedro a las puertas celestiales de San Pedro. Sólo la pompa necesaria, que nunca es poca hablando del Obispo de Roma, para la ocasión. Como bien dejó por escrito el poeta griego Eurípides: "A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos". Amén, habría dicho Francisco, cuyo adiós tuvo la humildad por bandera, aunque para la posteridad quedará que incluso fallecido consiguió que Trump y Zelenski se sentaran en dos butacas sin mesa para sellar la tan deseada por Francisco paz en Ucrania.

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