Jerez no necesita reinventarse
Jerez 2031
Para mí Jerez de la Frontera es ya una capital. Una capital de la buena vida. ¿Qué es una buena vida? Me preguntarán. Los criterios han variado radicalmente desde el cambio de milenio. Hoy, la gente valora cada vez más los lugares que han conservado sus rasgos característicos y no han sido sacrificados en aras de beneficios rápidos. Por supuesto, hay que hacer concesiones, pero Jerez es una ciudad que parece lograr este equilibrio.
Amigos de toda Europa me han visitado a lo largo de los años y a todos les ha sorprendido la belleza de esta ciudad, la amabilidad de la gente y la cantidad de festividades en las que los habitantes participan con entusiasmo y en gran número.
Ya he vivido la Capital de la Cultura dos veces en Austria, una en Graz y otra en Linz, y este año no es sólo una ciudad sino toda una región la que ha sido elevada a la categoría de Capital de la Cultura, con la participación de la región de Salzkammergut y sus 23 municipios.
Así que en este sentido ya tengo alguna experiencia con este tema y cuando pienso en lo que es importante aquí, hay varias bases sobre las que construir.
Cuando se trata de lo que hace única a una ciudad, Jerez ya está en primera división: Jerez es la ciudad flamenca por excelencia. No hay otra ciudad donde el flamenco esté tan omnipresente como aquí, no sólo por la viveza de las peñas o el magnífico Festival de Jerez, que atrae a miles de visitantes cada año, sino por la naturalidad con la que se vive este arte: hasta el taxista te canta una copla o te baila una pataíta si se lo pides.
Igual de singular es aquí la convivencia de gitanos y payos, como ya mostré en mi documental Paraíso de Cristal, porque es algo importantísimo en nuestros tiempos. Y esta convivencia se produce además con una naturalidad que es extraordinaria.
El vino de Jerez es algo muy normal para la gente de aquí, pero en realidad es un producto de lujo por su calidad y es demasiado poco conocido.
En definitiva, todo de lo que Jerez podría presumir no cabe en un artículo tan breve.
La lista podría continuar, pero la cuestión en relación con la candidatura a la Capitalidad Cultural es la siguiente: en los tiempos que corren, muchas cosas desaparecen sin que nos demos cuenta, y son precisamente esas cosas las que hacen de una ciudad un lugar muy especial. No es el restaurante de comida rápida el que fascina a los visitantes, sino el bar que tiene historia, cuyas paredes están cubiertas de fotos antiguas y que sirve el mejor oloroso. No en vano, se ruedan tantas películas en Jerez, porque basta apartar los coches para sentirse transportado a otro siglo.
La Capital de la Cultura ofrece la oportunidad de ocuparse de estos lugares perdidos y sacarlos del olvido o devolverlos a la vida.
Estos tesoros perdidos, como el bar El Volapié, los desaparecidos Cines de Verano, las antiguas bodegas, las numerosas iglesias o las encantadoras plazas necesitan ser incorporados a pequeños pero bellos proyectos que atraigan visitantes a diversos rincones de la ciudad.
Por eso ahora es el momento de determinar la dirección que queremos tomar. Por supuesto, también habrá proyectos a gran escala, eso está claro, pero los proyectos más pequeños tienen muchas más posibilidades de implicar a los residentes de la ciudad, y de eso se trata.
Lo importante en la fase de solicitud será nombrar a personal que hable varios idiomas y tenga experiencia en este tipo de proyectos, porque por supuesto también se trata del atractivo internacional de esta maravillosa ciudad, donde cada barrio tiene algo especial que ofrecer.
Pero, para disipar cualquier duda, recuerdo el verso de Juan Ramón: “No la toques ya más: ¡Así es Jerez!”
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