Crisis de precios: los factores clave
Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. El campo andaluz lleva unos meses en las calles reivindicando poner fin a una situación que ya se hace larga, pesada y, lo que es peor, que está dejando a muchos agricultores en la cuneta. Se trata de la rentabilidad de las explotaciones,que en los últimos años viven una crisis de precios que ha provocado un despertar entre los protagonistasdel primer eslabón de la cadena que ya no quieren más excusas para revertir la situación. Por su parte, y quizás tarde, pero ya en la pasada Fruit Attraction el sector de la comercialización agroalimentaria reconocía abiertamente lo que es patente desde hace prácticamente un lustro: “El modelo Almería o el de la agricultura intensiva bajo abrigo está mostrando síntomas de agotamiento”, reconocían muchas de las empresas allí presentes con una preocupación manifiesta. Aunque si bien es cierto que se puede englobar a todos los tipos productivos.
Ahora se vislumbra un nuevo horizonte marcado por la incertidumbre, donde el campo se ha revelado ante una situación crítica con movimientos ampliamente secundados dirigidos a cortar los suministros de todo aquel producto que no cotice para cubrir los costes de producción, algo inaudito.
Por todo ello, antes del pasado verano, el Gobierno aprobaba una nueva Ley de la Cadena Alimentaria no exenta de polémica. Dispuesta a satisfacer y hacer justicia con los agricultores, puesto que establece la imposibilidad de comercializar por debajo de los costes de producción, no cuenta con el beneplácito de la comercialización, desde donde se insiste una y otra vez que es imposible de implantar y que va a llevar a todo lo contrario para lo que ha sido implantada. Recién puesta en marcha y aún sin resultados sobre su adaptación debido a la pandemia por la COVID-19, lo cierto es que para solucionar este problema estructural hay que atender a los factores que han dado lugar a esta situación.
Una de las principales causas, o la más relevante, son los elevados costes de la propia producción, que ya suponen hasta diez veces más que en otros países competidores como Marruecos. En los últimos meses y hasta el encierro obligado por la crisis sanitaria, los agricultores del arco Mediterráneo andaluz han tomado medidas. Dejar de cortar, movilizaciones, presiones para que el resto de productores sigan esta senda e, incluso, la creación de una nueva asociación, ‘Unión de Agricultores Independientes’, con Joaquín López ‘Bernabé’, como presidente. Un joven agricultor ejidense de 34 años que se convirtió en el impulsor de este movimiento inédito en el agro después de subir un vídeo en el que se negaba a cortar su género y se hizo viral.
¿Pero cómo se ha llegado a esta situación? Hay una concurrencia de varios factores que han dado lugar a una degeneración del modelo por su persistencia, y probablemente la desidia, que sostenidos en el tiempo han provocado la necesidad de un cambio de 180 grados en la parte comercial. Algunos de ellos son externos, pero también los hay internos, y son clave, muestra de que no se han hecho los deberes.
Entre los factores externos hay que destacar en primer lugar el factor ambiental. El cambio climático, y por mucho que se empeñen en distintos foros de que no está teniendo repercusión, se nota. El verano es cada vez más largo y las temperaturas excesivamente benignas en épocas, como por ejemplo la actual, da lugar a una sobreproducción difícil de controlar. Sobra producto desde el mes de agosto a octubre-noviembre, y eso ya es un hecho constatable. En estos momentos, y dada la situación, los agricultores esperan a las bajadas de temperaturas para vender de forma digna, cuando el tiempo no debería un factor condicionante y no la excusa para el hundimiento de precios, esperar a que llegue una ola polar no es forma de gestionar un sector.
Terceros países
Otro factor clave y diferencial apunta como responsable al Gobierno español y especialmente a Bruselas, que son responsables por la liberalización del mercado europeo, donde están arrasando las hortalizas de Marruecos, con un contingente que cada año es mayor y al que hace unos meses se le han sumado las producciones del Sahara Occidental. “Es una competencia desleal”, denuncian desde Coag sobre un país contra el que no se puede competir de tú a tú, puesto que en el campo almeriense los costes de producción son hasta 10 veces mayores. Un peaje que no pueden soportar y que depende de Europa tome deshaga muchas de las medidas que han originado esta situación en pro de contribuir al desarrollo de estos países y que está acabando con el sector industrial más importante del suereste español.
En este sentido es necesario el control de estas importaciones, con controles de las tasas arancelarias, limitación de los contingentes y, por supuesto, con revisión de los precios mínimos de entrada de producto extracomunitario.
Otro de los factores externos está la presión y la imposición que realizan las grandes cadenas comerciales y de distribución/supermercados europeos; unos abusos en los que, por el momento, no se está legislando desde Bruselas poniendo unos límites y se está permitiendo una inflación en los precios que también se ve repercutida en el consumidor. Es necesaria más transparencia y establecer pautas claras, y obligatorias, que no den lugar a los diferenciales de precios en toda la cadena agroalimentaria.
De puertas para adentro
La crisis y los problemas no solo vienen de fuera, aunque que duda cabe de que son determinantes, el tejido empresarial almeriense e, incluso, porque no decirlo, los propios agricultores, no han sabido gestionar estas crisis. Más aún cuando se veía venir que el problema tiene también una base en origen. Y esta tiene un nombre, que aunque recurrente es real: planificación. O más bien su inexistencia.
Llevamos años viendo como las empresas no han sido capaces de ponerse de acuerdo para intentar evitar, en la medida de lo posible, el exceso de producto en algunas fases de la campaña. Cada una ha hecho la ‘guerra’ por su cuenta, y eso tiene consecuencias. Una de ellas la caída del tomate en superficie, al que ha adelantado por la derecha el pimiento. Un aumento este último que ya está teniendo graves consecuencias en forma de exceso de producción y caída de precios.
Parece claro que si no existe una mesa técnica dentro del campo que sea capaz de programar las producciones, incluso con la administración de por medio, difícilmente la situación cambie a corto plazo. Pese a todo esto, y aunque la sensación en el campo es que se ha tocado fondo, si algo ha demostrado la agroindustria almeriense es su capacidad de adaptación y preparación para los cambios, aún siendo disruptivos. Incluso, hay motivos también para ser optimistas. La superficie de cultivo ecológico sigue creciendo, algo que es demandado por el consumidor europeo, y el número de hectáreas que están actualmente en reconversión se cuentan por centenares. Además, después de unos años de bajada, el control biológico parece que vuelve a arrojar datos optimistas en su implantación.
No hay comentarios