'Baraja: la firma del asesino': Más allá del asesino en serie
Análisis | Estreno en Netflix
Netflix estrena una docuserie en tres episodios sobre el Asesino de la Baraja, que sembró el terror en Madrid hace ahora 20 años
A cargo de Cuarzo Producciones, está dirigida por Amanda Sans Pantling y cuenta con Marga Luis como productora ejecutiva
Entrevista con la directora y la productora: “Queríamos que los supervivientes contaran lo que vivieron desde la fuerza y no desde el llanto”
La historia negra de España es pródiga en sucesos truculentos, pero por fortuna la expresión asesino en serie es más propia de las crónicas oscuras de otros países o de la ficción.
Hemos tenido depredadores en España, pero ninguno de ellos tiene nada que ver con Jack el Destripador, Ted Bundy, Zodiac, John Wayne Gacy, H. H. Holmes, Ed Kemper, Jeffrey Dahmer y otros muchos, figuras a las que la literatura, el cine o la televisión otorgaron -conscientemente o no, según el caso- una popularidad cercana al estrellato.
Nada de hagiografía hay en el acercamiento que propone Baraja: la firma del asesino a una figura que por (de)méritos propios podría aparecer en el listado anterior. El espectador no encontrará ni glorificación del personaje ni justificación de sus crímenes en la docuserie de Cuarzo Producciones dirigida por Amanda Sans Pantling y con Marga Luis como productora ejecutiva y que ya está disponible en Netflix (misma plataforma, por cierto, en la que puede verse la ficción de Ryan Murphy sobre Dahmer, con un Evan Peters sobresaliente).
Un caso casi en el olvido
Dos décadas después, muchos españoles recordarán del caso del Asesino de la Baraja poco más aparte de ese apodo y las cartas que dejaba junto a sus víctimas a modo de firma.
No sabrán decir su nombre (Alfredo Galán), ni el número de vidas que segó (seis), su método (ejecuciones con una pistola Tokarev), cómo escogía a sus víctimas o dónde las ejecutaba.
Tampoco que hubo una mujer que recibió tres disparos pero sobrevivió (Teresa Sánchez García, que vio cómo moría su hijo y una clienta del bar que regentaba) y probablemente no recordarán (recordaremos) cómo resolvieron las autoridades el caso y capturaron al asesino (esto es mejor no apuntarlo aquí, para preservar la sorpresa a los desmemoriados).
Los datos de 'Baraja: la firma del asesino'
Todo eso, y mucho más, está en este interesante documental que condensa en tres episodios más de 60 horas de grabación de testimonios y pruebas, con más de 20 entrevistas (periodistas, abogados, supervivientes, familiares y amigos del entorno más cercano de Alfredo Galán, con protagonistas que hasta ahora no habían contado cómo vivieron la tragedia) y material inédito (como vídeos personales de Galán en su etapa militar en los Balcanes).
La ficha técnica de esta producción se completa con un equipo de investigación liderado por Ricardo Pardo Liñares y un equipo de más de 40 personas que ha visionado más de 150 horas de material de archivo, cerca de 24 horas de grabación de las 14 sesiones del juicio y el estudio de toda la documentación del sumario del caso.
Todo ese ingente material ha servido para conformar el esqueleto de un proyecto en cuya génesis, tanto en el aspecto testimonial como en el guion, han sido esenciales las aportaciones de todas las fuentes que tuvieron una relación directa con los hechos: investigadores, abogados, periodistas, psicólogos, psiquiatras, testigos y supervivientes.
La voz de los supervivientes
No hay, sin embargo, testimonios directos ni del juez, el fiscal o el propio Galán (como Amanda Sans y Marga Luis nos contaron, a todos ellos se les invitó a participar pero declinaron hacerlo), pero sí están los protagonistas a su pesar de esta historia, los supervivientes, a los que da voz esta producción, en algunos casos por primera vez. Es lo que ocurre con la mencionada Teresa Sánchez García, cuyo relato es sobrecogedor.
Pero sin caer en la lágrima fácil, el morbo o el amarillismo, algo no siempre fácil cuando se trabaja con un material de esta índole pero que comparten, por ejemplo, dos series recientes de esta misma productora: Arny, historia de una infamia (HBO Max) y ¿Dónde está Marta? (Netflix).
La historia
Baraja: la firma del asesino aborda con sobriedad y rigor la historia de este asesino en serie que sembró el terror en Madrid en 2003 (un año con el índice de criminalidad disparado), siguiendo cada paso de la investigación policial y periodística en torno a un individuo que mataba al azar, en distintas localidades de la Comunidad de Madrid, a personas que nada tenían en común y a intervalos de tiempo que escapaban a cualquier patrón.
A través de los testimonios de investigadores, periodistas, supervivientes, familiares de las víctimas y el entorno de Galán, se teje un relato que nada tiene que envidiar a un thriller en torno a un asesino en serie cuya construcción trata de explicar también esta producción.
Salud mental en el Ejército
Con la perspectiva de las dos décadas transcurridas, el documental aborda también otros aspectos quizás solapados en su momento por la urgencia. Por ejemplo, la salud mental en el Ejército y los controles psiquiátricos y psicológicos a militares a los que se proporciona acceso a armas. Y, como consecuencia de lo ocurrido con Galán, ¿qué responsabilidad civil tiene el Estado cuando esos controles fallan?
Tal vez lo único que se eche en falta sea la propia voz del asesino. Es cierto que los testimonios de investigadores que lo interrogaron, los de psicólogos y psiquiatras que lo evaluaron y sus propios amigos y compañeros en los Balcanes permiten hacerse una idea de cómo era este individuo, pero no responden a la pregunta que, personalmente, se hace quien esto firma ante monstruos así: ¿por qué hizo lo que hizo?
¿Por qué?
¿Y por qué nos hacemos esa pregunta? Por mucho que seamos conscientes de que el mal existe y que hay personas que son, esencialmente malvadas, algunos necesitamos alguna explicación más. Quizás da menos miedo que pensar que en cualquier sitio, en cualquier momento, alguien puede ejecutarte por el mero placer de hacerlo: “Podría haber estado matando durante 20 años. Solo lo he hecho por azar y para probarme a mí mismo que asesinar era fácil”.
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