"Hoy día ningún algoritmo de Netflix crearía una Lina Morgan"
Docuserie
Israel del Santo explica las claves de su serie sobre la legendaria actriz cómica que hacía tres funciones diarias cuando era propietaria de su teatro, La Latina, y hacía el 75% de la taquilla total de Madrid
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Quién es el heredero universal de Lina Morgan
Lina, que estrena hoy lunes Movistar Plus +, es una docuserie de tres capítulos en la que además de un recorrido biográfico por la popular artista y empresaria, icono de una forma de hacer humor y que remedaba toda la familia en los años 80 y 90, recibe el homenaje y análisis de una treintena figuras actuales (José Mota, Silvia Abril, Pablo Chiapella, Anabel Alonso). Estos invitados diseccionan para las generaciones actuales lo que supuso esta cómica que retrata Israel del Santo, que ya trazó la biografía de Lola Flores, Lola. Movistar Plus + estrena mañana esta producción de 100 Balas (The Mediapro Studio), director y productora que ya llevaron a cabo El Palmar de Troya o Palomares.
–Lina tiene semejanzas con Lola. Creemos conocer a Lola Flores, a Lina Morgan, pero no las conocíamos de verdad. Y está bien que las nuevas generaciones las descubran...
–Es interesante lo que dices. No había un documental que hablara a fondo de ambas. Los jóvenes conocían a Lola por lo de “si me queréis, irse” y poco más. A Lina le estaba pasando algo parecido. Ambas son artistas que duran más de cuatro décadas y ambas se amoldan, o no, a los cambios y a los distintos públicos, las generaciones.
–Ambas fueron dos mujeres hechas a sí mismas y en primera línea de sus tiempos.
–Las dos son una inspiración como mujeres y artistas, en caminos distintos, en caracteres distintos. Ambas buscan la libertad. Ni Lola ni Lina aceptaron el papel que tenían para el mundo del arte y no lo aceptaron y se rebelaron a su manera. A Lina la ponen en la última fila de la revista y se va abriendo paso. Ambas dijeron, “ahora verás”. Morgan se convirtió en una de las primeras empresarias españolas en poseer su propio teatro.
–Había que ir a La Latina.
–Ella sola se hacía el 75% de la taquilla de Madrid de su época. Lo de tener su teatro era por esa necesidad, creo, de hacer ella el personaje que quisiera, como ella quisiera y con quien ella creyera oportuno. Y también a la hora que ella quería, cuando existían aquellas dos sesiones diarias. Lo habitual era que el hombre fuera empresario y las mujeres, a su decisión, las vedettes. “Sal a bailar, bonita”. Ella no lo acepta y crea su concepto.
–Escapa de un machismo asfixiante.
–En su juventud sufre acoso de los hombres, no sólo por quién va a trabajar, sino que las manos iban rápido a los muslos.
–Incluso era un comportamiento consentido, se ve en las propias películas cómicas.
–Y Lina era bajita, piernas redonditas, una cara no del todo agraciada. Su opción para ser la supervedette era nula. Hoy día ningún algoritmo de Netflix crearía una Lina Morgan, sin embargo ella, la chica de la última fila consigue captar la atención del público. Pero ella tiene una virtud:la capacidad de hacer reír, eso es un don mágico. Y de eso es lo que quiero hablar en la serie. Con gente que también tiene ese don como Mota, Joaquín Reyes, Silvia Abril.
–Precisamente no todos los actores que se creen cómicos tienen es don mágico.
–Es muy difícil, muy duro, y es lo que quería reflejar: lo difícil que es hacer reír con esa facilidad que tenía Lina. Ella además pertenece a la última generación donde las condiciones de trabajo de los actores eran terribles. Dan su vida a cambio. Ella misma no puede formar una familia, no tiene una vida convencional, porque su vida es el teatro y el cine. Ella no es Lola Flores. Cuando se baja del escenario se marcha con su hermano José Luis a su casa a comerse unas berzas. Porque toda su energía está sobre el escenario. Yeso es espectacular. No sé si un artista de hoy estaría dispuesto a un sacrificio de la dimensión que llevó Lina a sus espaldas.
–No. Es un sacrificio monacal.
–Lina llega a hacer tres funciones diarias y se conocía el nombre de cada uno de sus empleados. Que administra la taquilla, todo el papeleo y sale al escenario a hacer reír cada día por triplicado con La tonta del bote. Yo no aguantaría ni una semana en ese ritmo.
–Y todos los cuñados hacían lo de la pierna en nochebuena...
–Y no existía internet ni los memes. Ella sin saber lo que venía en el futuro hubiera sido una creadora de memes. Y Lola una creadora de trending topics.
–Esa vis cómica es por intuición, por lo que llamamos olfato...
–Tiene una serie de cosas muy serias y muy profesionales. Ella sale a escena y sabe a quién de los 300 espectadores va a dirigirse con la mirada para jugar con el ritmo. Las pausas que ella hace son calculadas, muy ensayadas, para que el público se ría. Que no sigue al otro chiste hasta que todo el mundo se calla y en ese momento provoca a la espectadora que más se ríe... Todo eso debería estudiarse en las academias de interpretación. No es casual.
–¿Hemos aprendido a valorar a esta mujer? ¿Nos interesa?
–Yo creo que sí las vamos a valorar. Estamos recuperando estas figuras y me empeño en que los jóvenes las conozcan. Yo creo que en este mundo marcado por los algoritmos y la inteligencia artificial las nuevas generaciones van a valorar la autenticidad, lo real, la naturalidad. Y estos artistas como Lina tienen verdad. Te podrán gustar o no, te podrán gustar sus chistes o no con los ojos de ahora. Pero es ella. Tiene mucho valor y eso es mucho.
–¿Ella fue consciente de su declive?
–Sí. Ella, que es coetánea de las folclóricas, llegan en un mundo que saben que no están tan guapas. No quieren que la gente les vea, que las fotografíen los reporteros. Son incapaces de aceptar que llegaba su momento y prefirieron muchas de ellas, como Lina, retirarse. De los últimos años por eso no quiero incidir mucho y del tema de la herencia la docuserie lo hace de pasada en los títulos de crédito.
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