Tus caras
Visto y Oído
No estamos en los años de la colza, con los 80 recién estrenados, en los que la industria alimentaria jugaba a la ruleta rusa y las normativas eran tolerantes, o simplemente romas, ante la picaresca de calidad, ingredientes y composiciones. A lo largo de estas décadas hemos mejorado mucho, las medidas son más estrictas y el control más exigente sobre lo que comemos, aunque desde las grandes compañías y hasta los minoristas se coquetea con exageraciones, equivocadas propiedades y falsas expectativas.
Lo del pan, con los cambios de su clasificación, viene a corroborar que aún hay camino (mientras se abren veredas imprevistas) en torno a la seguridad sobre lo que nos llevamos a la boca. Los datos de obesidad y malos hábitos vienen a llamar la atención de la calidad y cualidades de la comida que ingerimos o de los beneplácitos y ventajas que gozan los establecimientos de fast food: para comer una hamburguesa de saldo hay todo tipo de tentaciones, incluso la de la facilidad de aparcamiento, mientras que a la hostelería de proximidad se la entorpece, por ejemplo, con cascos urbanos cada vez más endiablados de acceder.
Lo de ¿Te lo vas a comer? además de advertimos de que Alberto Chicote se ha convertido en el principal rival de Jordi Évole, como emblema del reporterismo descarado, nos confirma que hay bastante parcela para trabajar sobre alimentos y menús. Desde mercancías dudosas que llegan a los mayoristas pasando por los almuerzos escolares de pasta y fritos, los ranchos cuarteleros, la bazofia para deportistas y las birrias para turistas, hay bastante por hacer en este país donde, por costumbre confiada, creemos que es donde mejor se come del mundo. Las contratas caraduras, los empresarios cicateros y una falta de profesionalidad que clama en una notoria porción de hosteleros, sitúan a la gastronomía común en un campo de minas. Y Andalucía no ha salido bien parada, con un ámbito público donde los servicios externos devalúan el servicio. ¿Te lo vas a comer? es necesario.
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