Un país para escucharlo, y también para verlo
Bicheo por la TDT
En esta amalgama de programas televisivos dedicados a la música que vivimos, y que no sabemos cuánto durará (me apuesto una cena que el nuevo gobierno que llegue fulminará de cuajo la moda), acaba de estrenarse en La 2 Un país para escucharlo, serie de producción propia en la que el músico argentino Ariel Rot recorre España para, junto a un invitado-guía, conocer de primera mano la música de cada región. Como punto de partida es algo tan amplio que uno no sabe a qué atenerse.
Sin embargo, el primer programa, dedicado a Andalucía, Sevilla y Cádiz en concreto, y con Kiko Veneno como sherpa cultural de Rot, ya dejó claras sus intenciones y alcance: lo que se pretende, en suma, es conectar la tradición musical con el eco que aquella mantiene en grupos jóvenes. Esto último, sin duda, es lo más ilusionante -algo que se echa de menos en La hora musa, por ejemplo-, en un espacio cuidado al máximo, tanto en el aspecto técnico como en el documental.
Porque Un país para escucharlo es una delicia también en el aspecto visual, arrancando desde la Isla Mínima con preciosos planos aéreos que evocaban la película de Alberto Rodríguez, y recorriendo Sevilla, Cádiz y Jerez con una fotografía, realización e iluminación de calidad cinematográfica. Algo que define las intenciones del espacio, que en casi todo momento huye de los espacios más atestados de las ciudades.
También, de manera hasta inesperada, el ex guitarrista de Tequila y Los Rodríguez funciona como un tiro en su rol de conductor. Nunca pretende ser el foco de atención, preguntando con discreción y escuchando con atención, interviniendo en un segundo plano en las interesantes jams en directo que se plantean, con gran valor documental (puesto que revela cómo las músicas de distintos orígenes pueden entrelazarse de manera natural) pero lamentablemente demasiado editadas por cuestiones de duración. Ahí está el único gran pero del programa: hay tanto que abarcar que 50 y pico minutos se hacen cortos, muy cortos, y hay charlas que piden a gritos una edición extendida para empaparse más de los conocimientos y experiencias de, en el caso de la primera entrega, Veneno, Márquez, Pachón o Raimundo Amador.
Un país para escucharlo es una serie documental fantástica. Quizás demasiado somera -aunque hay que reconocer que la duración inferior a la hora es la perfecta para su emisión nocturna-, pero verdaderamente ilustrativa de lo que ha sucedido y sucede más allá de la superficie y los tópicos en la música de cada rincón de nuestro país, mostrando su riqueza y su realidad. Un programa que, en suma, dignifica a nuestra televisión pública. Un país para escucharlo, y para verlo.
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