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"Si coche, coche; si vaca, vaca" ¿Qué premios se llevaban los concursantes del 'Un, dos, tres' con Mayra?

Historias de la tele

La fallecida presentadora del concurso de Chicho Ibáñez Serrador siempre era sincera en la subasta de premios, el segmento más esperado del veterano programa. Ganar un mal premio era una humillación nacional ante 20 millones de espectadores

El accidente con la tarjeta que le llevó a Mayra a inventar lo de "Y hasta aquí puedo leer"

Mayra, "y hasta aquí puedo leer"

Las azafatas trogloditas del 'Un, dos, tres' y un Seat Ritmo de mediados de los 80 / RTVE
Francisco Andrés Gallardo - Jefe de sección de Vitally

14 de octubre 2024 - 13:33

"Si coche, coche; si vaca, vaca”. Mayra Gómez Kemp siempre "decía la verdad" en el Un, dos, tres. Callaba mucho a los concursantes cuando estaban desconcertados en la subasta, les apretaba por orden del director, Chicho, pero no mentía. Si acaso, despistaba, "y hasta aquí puedo leer". Eran principios que heredó de Kiko Ledgard, su antecesor en la conducción del formato de entretenimiento más querido por los espectadores. La audiencia compartía la alegría de los concursantes cuando ganaban un gran premio: un coche, un apartamento o una jugosa cantidad de dinero cuando se sobrepasba el millón de pesetas (6.000 euros, pero al poder adquisitivo de hoy serían unos 24.000 euros, lo que hoy sería "un buen pellizco").

El Un, dos, tres nunca regaló "una vaca", que conste, pero era la nota aclaratoria de la presentadora en 1982, cuando se incorporó al concurso, sobre si era verdad lo que daban. Es decir, que si los concursantes elegían un escaparate que escondían 1.000 botellas de purgante, eso era lo que se llevaban a su casa.

Con la desaparecida presentadora vamos a recordar qué premios bochornosos tuvieron que firmar los participantes del Un, dos, tres. Era un riesgo: hacer el ridículo así delante de toda España. Una veces era por ingenuidad, otras por avaricia. Chicho Ibáñez Serrador, autor de Historias para no dormir, también era un experto en llevar por la calle de la amargura, si era necesario, a los concursantes. Y con ellos, a los sufridores en la mazmorra (una pareja que por sorteo acompañaban en la suerte a los participantes). Y más o menos de forma alterna, si había una sucesión de semanas de buenos premios, de vez en cuando caía un chasco. Peor que llevarse la Ruperta, la Botilde, el Crack o el Antichollo, entrañables mascotas negativas, era llevarse un cargamento de cerillas, el purgante o diez sotanas de cura. Cuando regresó el concurso con Luis Larrodera ya en este siglo la primera noche fue la del regalo de las botellas de laxante y eso no le gustó a la audiencia, la verdad. Al poco, otra pareja no se llevó nada de nada y el programa siguió cayendo en seguidores frente a la competencia porque era largo, tedioso y los premios eran chungos.

Mayra Gómez Kemp en el 'Un, dos, tres' en 1986

El regalo más celebrado durante años, por clásico, era el coche. De los Seat 600 y Seat 124 a los Ford Mondeo, la evolución de los vehículos regalados por TVE es pura sociología española. Una maldad al respecto: en octubre del 83 los concursantes se llevaron varios coches... pero de desguace. Y en un despiste a los participantes, en el 86 se llevaron sólo las ruedas: un lote de neumáticos reventados.

Había que tener un poco de mala uva para salir indemnes de las trampas de cada "tarjetita" de la subasta. La última oferta de los presentadores era una cantidad fija, que iba al alza por segunda vez. A veces hubiera merecido la pena quedarse con las pesetas que ofrecía Mayra, pero a veces la tozudez era cruel. En esta ocasión del vídeo, no fue así y acertaron con aceptar 350.000 pesetas.

Los peores regalos del 'Un, dos, tres'

La recordada presentadora, en mayo de 87, regaló dos metros cúbicos de cemento (los concursantes pensaban que iban a toparse con el apartamento); y en junio, "un saco de caretas" y en octubre la colección de libros de cocina Con las manos en la masa. Los concursantes con Mayra también se llevaron a casa un lote de bolsas de agua caliente o un centenar de armónicas, de forma casi consecutiva, mientras el país cambiaba, en octubre del 92. En enero del 83 los concursantes se llevaron a casa dos millones y medio... de cerillas; y en octubre de dicho año, un cargamento de melones de Villaconejos.

La vergüenza de los concursantes con mala elección era una "humillación nacional", ante más de 20 millones de españoles viendo al unísono, sin canales privados ni plataforma, ni móviles para mirar de reojo. Era el tema de conversación al día siguiente en toda España, el mismo país que repetía lo de "veintidó, veintidó", "No hija, no", "Mayurcha-cha-chá" o "¿Por qué será?", que eran latiguillos de sus humorista.

Si a un concursante en plena prueba de esfuerzo se le veía el culo (cuando los culos no se veían en el televisor) o si alguien del público salía rodando por las escaleras con las prisas de entregarle unas tijeras al presentador, la anécdota se convertía en trending topic oral español. Chicho sabía que no podía abusarse ni de lo bueno, ni de lo malo. Si durante un par de semanas la subasta acababa mal había que forzar que hubiera grandes premios a la siguiente: el director y realizador siempre presumió de teledirigir las decisiones de los que elegían.

En enero del 83 una pareja se empeñó en "un timón" (creían que se iban a llevar un yate, otro gran premio que surgia de vez en cuando) y al final a la palabra se le caía la ene, y se convertía en "un timo" de la calabaza Ruperta. A la Ruperta, del 76 a la siguiente etapa en el 83, ya con Mayra, le sucedió la Botilde, una bota animada que se entregó una vez y que no caló entre los espectadores. En la etapa del 85 apareció el Chollo, mascota que concedía el premio a elección, y que tenía un gemelo negativo, el Antichollo. Tampoco funcionaron sus sucesores, Boom y Crack. En la etapa del 91, con Jordi Estadella y Miriam Díaz Aroca, volvió a instalarse la Ruperta y se mantuvo en las temporadas restantes.

El 21 de mayo del 93 el premio obtenido en la subasta fue de 981 calabazas. Antes, el 28 de febrero de 1992 a los afortunados de la subasta les fue concedido el privilegio de pasar una noche en la ermita osario del pueblo de Wamba, Valladolid, una noche entre calaveras reales. En 1994 una pareja ganó que una tuna actuara para ellos.

Pero el premio, la 'vaca', más surrealista se la llevó una pareja malagueña: en octubre del 85 se ganaron que durante un mes les despertaría un corneta frente a su domicilio. El programa llevó las cámaras a su calle para demostrar que así fue. Y hubo varios reportajes en prensa que atestiguaron, efectivamente, que "si coche, coche; y si vaca, vaca". Y si Mayra decía que iba a casa un tipo con una corneta, una corneta que tocaba, nunca mejor dicho.

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