Alberto Aguilar es premiado con una oreja por su valor
El torero madrileño realiza una faena con firmeza y pundonor a un toro de Victorino Martín · Antonio Ferrera y Diego Urdiales, silenciados
GANADERÍA: Toros de Victorino Martín, desiguales de presencia, encastados y de comportamiento también muy diverso. Los mejores, primero, tercero y cuarto, ovacionados en el arrastre. Violentos, segundo y sexto. El quinto, más vacío. TOREROS: Antonio Ferrera, silencio tras aviso y silencio tras aviso. Diego Urdiales, silencio tras aviso y silencio tras aviso. Alberto Aguilar, oreja y vuelta. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Las Ventas. Más de tres cuartos de entrada en tarde apacible.
Tres años llevaba sin lidiar Victorino Martín en Las Ventas. Un descanso que él mismo se había tomado seguramente por los resultados negativos de las últimas corridas.
Victorino trajo una corrida variada, exigente y con movilidad. Unos toros más fieros que otros, aunque haciéndole bien las cosas, sobre todo los que lucían un buen fondo de casta y bravura, al final respondieron aportando emoción. Otro gran protagonista que tuvo la tarde fue el pequeño gran Alberto Aguilar. Diminuto de cuerpo, pero enorme en ambición y facultades para medirse a estos toros.
Aguilar lanceó al tercero con aplomo y mucha seguridad. Un tercio de varas muy medido, dado que el toro metía bien la cara en el capote pero le fallaban las fuerzas. También el secreto de la faena de muleta sería el respiro que le dio el torero al toro en los primeros compases. Dos tandas a derechas de mucha seguridad, aplomo y verdad, muy hilvanados los pases a base de quietud, y con limpieza y ajuste. Por el izquierdo hubo que tragarle más, ya que se volvía el toro a partir del segundo muletazo. Y de hecho al cambiar al otro pitón pasaba ya sólo en el primero, protestaba en el segundo y sencillamente no pasaba en el tercero. Fue impresionante lo que aguantó Aguilar. Y con qué compostura, pues no fue sólo esperar que pasara el astado, sino que se gustó a sí mismo en los trazos de la trinchera, el cambio por delante y cuatro alegrías más por abajo. Gran estocada, y oreja de peso. La pena fue que con el sexto se quedó Aguilar a un tris de la Puerta Grande. Un toro más revoltoso, volviéndose y reponiendo las embestidas. Le pegó también pases, algunos muy buenos, pero al trasteo le faltó el fondo que el toro no tenía.
El primero fue otro ejemplar de categoría, con el que Ferrera estuvo correcto, pero sin calado. Banderilleó fácil a este primero, al cuarto lo hizo con exposición y riesgo. Y ese cuarto, que había pelado con mal estilo en varas, no obstante, fue humillado y muy templado en las primeras arrancadas a la muleta. Había que darle aire y Ferrera optó por las cercanías, el encimismo.
Urdiales, que sorteó el peor lote con diferencia, hizo un esfuerzo notable. Bruto y muy violento su primero, con la cara por las nubes, terminó gazapón. Un toro desconcertante con el que a pesar de todo fue grande el empeño del riojano. El quinto, de medias y espaciadas arrancadas, no aportó nada.
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