Ancla de granito junto al Atlántico

José Tomás, con quietud y buen toreo, abre la Puerta Grande de La Merced en el mano a mano con Morante de la Puebla, que consigue un trofeo y deja destellos de su bella tauromaquia

José Tomás y Morante de La Puebla llenaron de toreo la Plaza de Toros de la Merced en un mano a mano admirable

Foto: Espinola
José Tomás y Morante de La Puebla llenaron de toreo la Plaza de Toros de la Merced en un mano a mano admirable Foto: Espinola
Luis Nieto / Huelva

04 de agosto 2012 - 01:00

GANADERÍA: Toros de distintas ganaderías, de dispares hechuras. Primero, de Victoriano del Río, noble, pero muy flojo; segundo, de Núñez del Cuvillo, manso y que reponía; tercero, de Jandilla, muy bueno; cuarto de Juan Pedro Domecq, con nobleza; quinto, de El Pilar, áspero; y sexto, de Zalduendo, sin clase. TOREROS: José Tomás, de burdeos y oro. Pinchazo y estocada (oreja). En el tercero, estocada (dos orejas). En el quinto, estocada (saludos tras ovación). José Antonio 'Morante de la Puebla', de caña y oro. Pinchazo, media y dos descabellos (silencio). En el cuarto, estocada (oreja). En el sexto, dos pinchazos y media estocada (saludos tras ovación). INCIDENCIAS: Plaza de toros de La Merced de Huelva. Viernes 3 de agosto de 2012. Cartel de No hay billetes. Sobresaliente: Antonio Fernández Pineda, que no intervino. En cuadrillas destacaron Rafael Cuesta, Lili, Sobrino y Araujo en banderillas y Soler en la brega.

A las ocho de la tarde, hora del comienzo del mano a mano entre José Tomás y Morante de la Puebla, no cabía un alfiler en La Merced. Fuera de la plaza de toros, Huelva fue, durante toda la jornada, un río de gentes llegadas hasta de otros continentes. El tirón de José Tomás es alucinante... y fantástico para la Fiesta. Todo ello daría para un tratado de sociología y varias crónicas sociales. Pero aquí nos centramos en la crónica taurina.

José Tomás se convirtió en el triunfador de la tarde. Por momentos, fue una áncora rocosa, inamovible, ante el oleaje, ante las oleadas, de sus toros. Quietud a sustancia mineral en la planta de sus pies. Y ligeros movimientos de brazos y muñecas. El público, enloquecido, se perdió en ese mar de ilusiones que se desató en La Merced. Es un torero con un don especial, que cautiva a los públicos con facilidad. Ganó a ley la salida a hombros. Morante deleitó con pasajes de suma belleza. Pero faltó competencia y rivalidad en quites, que debe ser el condimiento especial para aderezar un mano a mano. Ahí, los maestros, debieron poner de su parte.

Comenzó José Tomás mal -perdiendo el engaño tras dos enganchones- ante el primer toro, un astado de Victoriano del Río que resultó noble, pero muy flojo. Se redimió en la capa en un bonito quite por chicuelinas y una media preciosa. En los medios, mayestático, muletazos por alto y un recorte con sabor. Lo más brillante de la faena llegó en unos naturales suaves y lentos. Además añadió variedad -una capeína, un fallero o un farol- para enganchar unas veces y prolongar en otras la corta embestida del astado. Cerró con genuflexos ayudados ceñidísimos. Mató de pinchazo y estocada para cobrar el primer trofeo del festejo. Tomás se superó en su segundo, con el argumento contundente del temple y la pureza, ante un buen toro de Jandilla, al que recibió con lances genuflexos, con aires ordoñistas. En la faena, con la diestra, dibujó algunos muletazos de mano baja, que resultaron soberbios. Y en otra serie, con esa mano, brilló la ligazón y la suavidad. Tiró bien del burel con la zurda, en algunos naturales esculpidos con limpieza y sabor. Y remató con unas ceñidísimas manoletinas, con parte del público en pie. El diestro mató de certera estocada y fue premiado con las dos orejas. Con el áspero quinto, de El Pilar, el de Galapagar se fajó en algunos pasajes de una labor voluntariosa y en la que por momentos tragó mucho. Cuando el toro había desarrollado sentido por el pitón izquierdo, aguantó un par de coladas escalofriantes. De nuevo, el valor rocoso de Tomás.

Morante no quiso saber nada del segundo, un manso que reponía, del hierro de Núñez del Cuvillo, al que quitó las moscas en el trasteo, tras dibujar un par de verónicas sensacionales. Con el cuarto, un ejemplar de Juan Pedro Domecq, muy noble, Morante hizo las delicias del público, con su personalísima y bella tauromaquia. En un quite por chicuelinas, rematadas con una media espléndida, puso al público en pie y a José Tomás a cavilar. El madrileño debió entrar en ese momento en quites, cuando la plaza era una hoguera de emociones. La apertura de la faena por parte del sevillano fue muy expresiva y superada por una serie con la diestra de una cadencia sublime. En otra, con la misma mano, los derechazos afloraron aterciopelados. Con la zurda también logró algunos naturales de entidad, con el toro ya corto en sus embestidas. Mató al primer envite y fue premiado con una merecidísima oreja.

Con el sexto, un astado de Zalduendo, ayuno de clase, que no descolgaba tras la muleta, el de La Puebla concretó una labor a más, en la que consiguió algunos muletazos de entidad por el pitón derecho, el mejor. Tampoco se dio mucha coba y cortó pronto.

El público salió contento ante lo vivido ayer en la plaza de Huelva; aunque, repito, faltó una aguerrida competencia en quites. Morante brilló por momentos y José Tomás, con profundidad en su toreo, fue ancla de granito aferrada en la arena de La Merced, junto al Atlántico, frente al que salió a hombros en una salida multitudinaria.

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