'Desgarbado', el toro de la feria, le abre a El Juli la Puerta del Encierro

El Juli, tras su salida a hombros de la plaza de toros de Pamplona.
El Juli, tras su salida a hombros de la plaza de toros de Pamplona.
Paco Aguado (Efe) / Pamplona

13 de julio 2016 - 01:00

OCTAVA DE ABONO DE LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA Ganadería: Seis toros de Victoriano del Río, desiguales de alzadas y volúmenes pero todos de muy buena y seria presentación. Salvo el desrazado segundo, todos dieron buen juego, especialmente los bravos tercero y quinto. A éste, 'Desgarbado' de nombre, se le dio además una merecida vuelta al ruedo en el arrastre, TOREROS: Juan José Padilla, oreja con petición de la segunda y silencio tras dos avisos. Julián López 'El Juli', silencio tras aviso y dos orejas. Salió a hombros por la Puerta del Encierro. Alberto López Simón, ovación y oreja tras aviso. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Pamplona. Lleno,

El toro más bravo de lo que va de esta feria de los Sanfermines, el serio Desgarbado, de Victoriano del Río, puso en bandeja a El Juli la salida a hombros por la puerta del encierro, después de que el diestro le cortara las dos orejas y al astado se le premiara con la vuelta al ruedo en el arrastre en Pamplona.

La corrida que envió a Pamplona el ganadero madrileño Victoriano del Río fue, en su mayoría, simplemente brava. Con esa palabra basta para definir el comportamiento de unos astados que pusieron más que los toreros para que el antepenúltimo festejo de la feria resultara estadísticamente triunfal.

Y el que más puso de todos fue el quinto, ese que dicen que nunca es malo, pero en este caso fue realmente bueno: por bravo, por entregado y por celoso en sus profundas y repetidas embestidas a la muleta de El Juli.

Desgarbado, que así se llamaba, fue además un astado de bella lámina y con mucha seriedad, todo un modelo de armónico y auténtico trapío en esta calificada como Feria del toro donde salen al ruedo tantos animales destartalados y fuera de tipo pero en realidad mal presentados, por exceso o defecto.

Pero es que el ejemplar de Victoriano del Río tuvo también un gran trapío interior: unas constantes, exigentes y entregadas embestidas desde su salida al ruedo, más patentes aún cuando derribó aparatosamente al picador y ya totalmente evidentes en el último tercio.

El Juli fue consciente desde el primer momento de la calidad y la importancia del toro, porque se fue apresuradamente a brindar su muerte al público de Pamplona para darse luego a una faena de muchos pases, más amontonados que ligados, y dominados por una impropia ansiedad que a veces desdibujó el temple, acortó el trazo y anuló el reposo.

Fue el del madrileño un trasteo vertiginoso, colocado siempre muy encima del toro, sin darle apenas aire ni en la distancia ni en los ritmos, pero de movimiento continuo y sin una sola pausa que pudiera enfriar los ánimos de un tendido ya de por sí caliente y con ganas de fiesta.

Aun así aguantó el toro, aunque se salió algo aburrido en los últimos de las varias docenas de pases de El Juli, que lo mató de una estocada muy trasera antes de pasear las dos orejas y de que la presidencia hiciera justicia al premiar a Desgarbado con la vuelta al ruedo.

Otro de los toros de mayor punta de bravura fue el tercero, al que pegaron duro en varas pero que llegó a la muleta exigiendo un sometimiento que no siempre encontró por la falta de mando y de ritmo en el planteamiento de López Simón.

Esa misma tónica mantuvo el joven madrileño en el vulgar y destajista muleteo al sexto, un toro alto de cruz, pero que descolgó el cuello con nobleza y cierta clase en todas las fases de un larguísimo trabajo premiado sólo por cantidad.

Las peñas no dejaron de aclamar a Juan José Padilla, que desde hace tiempo tiene ganado el apoyo incondicional de los tendidos de sol.

Al jerezano le correspondieron dos toros de manejable nobleza, como ese primero al que cuajó un sensacional tercio de banderillas, con dos pares muy reunidos y de verdadera pureza. Al animal le faltó luego un punto más de gas y de recorrido en la muleta, aunque no tanto como para que Padilla le diera a su público la necesaria ración de toreo populista que también se premió cariñosamente.

Tampoco le duró mucho el cuarto, un toro bravo de salida pero que perdió celo y gas, que no calidad, durante el mucho tiempo que Padilla empleó para que se le arrancara hasta los medios para abrir el trasteo de rodillas y en los medios, lo que hizo finalmente en el tercio, con cierto gusto.

Todo lo que vino después resultó inconexo y anodino, igual que fue la tesonera faena de El Juli al segundo, el único deslucido de la buena corrida de Victoriano del Río que, de momento, con el quinto toro en vanguardia, ha sido la mejor de la feria.

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