Iván Fandiño vuelve a perder premio por fallar con los aceros
El vasco desaprovecha un triunfo importante tras una gran faena a un toro encastado de Adolfo Martín · Moreno pechó con el peor lote · Bautista, por debajo del segundo
GANADERÍA: Corrida de Adolfo Martín, desigual en presentación y juego. Los mejores, segundo y tercero, fueron ovacionados. TOREROS: José Luis Moreno, de tabaco y oro. Pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, media (silencio). Juan Bautista, de verde y oro. Media en lo alto (saludos tras ovación). En el quinto, media (silencio). Iván Fandiño, de rosa y oro. Tres pinchazos, metisaca en los bajos y descabello (saludos tras ovación y dos avisos). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio). Incidencias: Plaza de toros de Las Ventas. Sábado 2 de junio de 2012. Lleno hasta la bandera. Viento que molestó en la lidia.
La última tarde de San Isidro 2012, con lleno hasta la bandera, acabó sin trofeos, con una corrida de Adolfo Martín que resultó desigual tanto en presentación como en su juego. Eso sí, bien armada. De la terna compuesta por José Luis Moreno, Juan Bautista e Iván Fandiño, destacó el tercero.
El diestro vasco tuvo en sus manos un triunfo importante, que tiró por la borda por los aceros. Si llega a acertar en la suerte suprema en la corrida de Alcurrucén y en la de ayer, se hubiera convertido en el triunfador de la feria, con dos puertas grandes. Pero sin espada, no hay paraíso.
Sucedió en su primero, tercero del encierro. Un toro cinqueño, bien presentado, corniabierto, casi cornipaso, que resultó muy encastado, tras decepcionar en los primeros tercios. Fandiño apostó muy fuerte y brindó al público; con protestas del 7. El torero, incomprensiblemente, dejó la montera en la arena, junto a tablas. En los medios, con la diestra y en la distancia larga, dibujó buenos muletazos en la primera tanda. Con mando, llegó a arrastrar la muleta por la arena en un par de series, con el público totalmente entregado. Cuando la faena perdía intensidad, el torero hizo caso al público e intentó torear con la izquierda. El toro se tiró al bulto en dos coladas impresionantes. El diestro se pasó de faena y le costó matar, perdiendo premio y escuchando dos avisos.
El altote sexto, también cinqueño, prometía pocas cosas buenas por su construcción. Cumplió en varas. Pero tras los dos primeros tercios, el burel midió y se revolvió con peligro por ambos pitones. Fandiño se la jugó en un trasteo pundonoroso, que comenzó sin probatura alguna, en los medios y con la zurda.
José Luis Moreno contó con el peor lote. Su primero, exigente, pero humillador, derribó aparatosamente a Manolo Burgos, al que a punto estuvo de aplastarle su cabalgadura. El diestro cordobés, con precauciones, no apostó fuerte y, al no adelantar la muleta, faltó ligazón y emoción en las tandas. Con el cuarto, que acusó un pésimo castigo en el tercio de varas y blandeó en la muleta, el trasteo quedó en un esbozo.
Juan Bautista no llegó a sacar todo el provecho al nobilísimo segundo, el más boyante del encierro. Con la capa brilló a gran altura, tanto en los lances de recibo a la verónica como en una media con sabor campero. Se picó en quites con Fandiño, quien dibujó espléndidas verónicas. Bautista apostó por delantales. La faena, que finalizó con la diestra, arrojando el estoque simulado a la arena, no pasó de entonada.
El quinto, un cinqueño descastacado, se estrelló contra un burladero de salida; algo que pudo acusar. Juan Bautista realizó una labor que no caló en los tendidos, con un astado descastado que acabó echándose en la muleta.
El espectáculo no llegó a romper; como no ha roto este San Isidro, en el que ningún torero de a pie ha abierto la puerta grande; algo que no sucedía desde hace más de medio siglo -en concreto, desde 1948-. Y no será por festejos: prácticamente un mes consecutivo de toros, marcado por un nivel muy bajo en los aspectos ganadero y artístico; con el contrapunto de que el público respondió.
También te puede interesar
Lo último
Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)