López Simón, entrega y valor
PLAZA DE TOROS DE LA REAL MAESTRANZA DE SEVILLA Ganadería: Corrida de El Pilar, dispar en volumen y comportamiento. En los tres primeros, muy blandos, el tercio de varas fue un simulacro. El mejor, el cuarto. TOREROS: Sebastián Castella, de azul y oro. Pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso). Casi entera trasera (silencio). Pinchazo y casi entera (silencio). Alberto López Simón, de marfil y oro. Estocada y dos descabellos (silencio). Entera (oreja). Estocada (oreja). INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Miércoles 7 de abril de 2016. Más de media entrada en tarde soleada. López Simón salió a hombros por la puerta de cuadrillas. Sobresaliente: Antonio Fernández Pineda, de gris y azabache, que fue ovacionado tras un quite a la verónica con una buena media en el sexto toro. En cuadrillas destacó en la brega Domingo Siro y en banderillas el propio Siro, Jesús Arruga, Miguel Ángel Sánchez y Vicente Osuna.
La verdad es que esto de los mano a mano que se ha puesto últimamente de moda, si no tiene una base sólida, una competencia fuerte entre dos toreros de primer orden, no suele enganchar ni atraer al público. Además, en este caso, Sebastián Castella, triunfador en Madrid, pero que no termina de entrar en la afición sevillana, y Alberto López Simón, con tres salidas a hombros en Las Ventas el año pasado, no era el mano a mano deseado por la afición sevillana. De hecho, el festejo comenzó sin una gran ovación para los diestros porque el evento desfiló ante los ojos de la afición como un espectáculo más y sin los tendidos abarrotados.
En el mano a mano, en el que compitieron en quites los diestros, faltó toro. Competencia, por tanto, edulcorada. Para colmo, la primera parte de la corrida de El Pilar no se picó y el tercio de varas fue un auténtico simulacro, con protestas constantes de parte del público. El festejo, la verdad, no levantaba vuelo hasta que salió el cuarto, un toro negro, bajo, bien hecho, tocado de pitones, que dio un juego notable en la muleta. Bien la cuadrilla en la brega y banderillas. Y bien Alberto López Simón por llevarse al toro a los medios. Allí corrió bien la mano en dos series diestras que hicieron saltar la música. En las siguientes, la intensidad fue a menos. Y como en un tobogán, la faena remontó con la izquierda, con la que dibujó varios naturales de gran calidad. La estocada fue una rúbrica perfecta y cayó el primer trofeo.
Ante el colorao, grandote y largo sexto, reservón, emergió el López Simón entregado y cargado con un valor indomable. En esta faena cosechó más palmas que en la anterior. No era fácil el astado y al torero, todavía nuevo, le costó centrarse y domeñar las embestidas. Pero el madrileño, tras una colada escalofriante y tironazos a destiempo que no le vinieron bien al cornúpeta, se fue imponiendo en un trasteo muy largo -sonó un aviso antes de entrar a matar- hasta llegar a un epílogo entre los pitones, ligando muletazos en un ladrillo. Unas manoletinas, de infarto por lo ceñidas, acabaron volviendo loco al personal. La estocada al primer envite supuso una nueva rúbrica adecuada para cobrar el segundo trofeo.
Con su primer cartucho, un colorao, cornidelantero, distraído, con mucha movilidad, pero sin clase, López Simón se había perdido en una labor plagada de enganchones que cerró de manera encimista.
Sebastián Castella contó con el peor lote. Su primero tuvo calidad suprema, era nobilísimo, pero un auténtico inválido, protestado constamente por ello y que se cayó varias veces, incluido en un quite de López Simón y pese a un simulacro en varas. El francés lo recibió con las verónicas más suaves del festejo. Y prácticamente toreó de salón. Pero aquello no tenía emoción alguna y aunque sonó la música, con protestas por parte del público, faltaba toro. El galo no acertó con los aceros y su labor quedó silenciada tras un aviso.
Con el colorao tercero se repitió la historia. Animal flojísimo, al que no se picó. Y en esta ocasión, labor de enfermero de Castella, que no podía bajar la mano. Los correctos muletazos por ambos pitones no calaron arriba.
Para colmo de la mala suerte, Castella contó como tercer cartucho con un ejemplar receloso y que llegó a echarse hasta en tres ocasiones durante una labor en la que únicamente destacó en una serie diestra.
El mano a mano dejó patente la fuerza arrolladora con la que viene López Simón, que fue todo entrega y valor para alcanzar el triunfo en una corrida con muchas, muchísimas lagunas tanto en el aspecto ganadero como en el torero.
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