Talavante, excelso toreo al natural a un serio y gran 'jandilla'
SÉPTIMA DE ABONO DE LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA Ganadería: Corrida de Jandilla, de desiguales hechuras; destacando un gran toro, el serio quinto. TOREROS: Diego Urdiales, de grana y oro. Entera caída (silencio). Estocada (saludos tras ovación con aviso). Alejandro Talavante, de grosella y oro. Estocada trasera y descabello (oreja). Pinchazo y dos descabellos (vuelta al ruedo). Alberto López Simón, de rosa y oro. Pinchazo y estocada (oreja tras aviso). Pinchazo y estocada caída (vuelta al ruedo tras petición de oreja). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Pamplona. Lunes 11 de julio de 2016. No hay billetes. Los diestros hicieron el paseíllo desmonterados como señal de respeto hacia su compañero Víctor Barrio, corneado mortalmente en Teruel.
La séptima de abono nos deparó una gran faena de Alejandro Talavante ante un toro de nota alta de Jandilla, de nombre Decana, sí Decana, en femenino, un toro serio. Una obra de mucho mérito apuntalada en su magistral izquierda y que no fue premiada por el fallo con la espada. Talavante había cortado una oreja a su segundo por una faena con garra. Por su parte, Alberto López Simón, con entrega, fue premiado con un trofeo en su primero y dio una vuelta al ruedo en el sexto; entre tanto Diego Urdiales, con un lote deslucido, quedó prácticamente inédito.
Ante ese buen jandilla, el quinto, Alejandro Talavante se lució con precisosas verónicas, jugando bien los brazos y manejando con suavidad la capa. La faena fue creciendo con un toro que embestía con prontitud, repetía y humillaba tras la muleta. El mayor peso específico estuvo en su magistral izquierda. Hubo naturales de todo calibre, algunos muy largos y con calidad, otros hondos y algunos otros de suma belleza, todos envueltos en el temple. Con la derecha también destacó en sendas tandas diestras, en un trasteo en el que intercaló cambios de mano y remató varias series con buenos pases de pecho. Importante obra, que malogró con los aceros.
El segundo, el toro de menor peso de la corrida -515 kilos- se rajó pronto y deslucía las suertes porque salía con la cara alta. Sin embargo, Talavante, con máxima entrega, oficio y valor concretó una actuación intensa, muy ovacionada. Brilló con variedad capotera -verónicas, medias, chicuelinas, tafalleras...-. El pacense comenzó la faena de manera explosiva, en los medios, de rodillas. En esos terrenos brilló especialmente en una serie diestra en la que bajó la mano y otra con la izquierda. Cerró con guiños a la galería, de rodillas junto a tablas y unas manoletinas. Tras la estocada, por trasera, precisó de un descabello y el premio quedó en un trofeo.
Alberto López Simón fue todo entrega y buscó con ahínco la conexión con el público que llenaba la plaza de Pamplona. Brindó su primera y desigual faena a Víctor Barrio, con un gesto mirando al cielo y alzando la muleta. Lo más destacado lo realizó en dos tandas con la derecha y cerró con muletazos y manoletinas de rodillas; siendo premiado con una oreja. El sexto, feo, alto, con una cara que no se correspondía al gran corpachón que tenía, se quedaba debajo de las telas. Simón comenzó con arrojo, de rodillas, en los mismos medios, e intentó el lucimiento una y otra vez con un ejemplar complicado. El público captó la entrega y, a su vez, se entregó al torero madrileño, que falló con la espada.
Diego Urdiales, con un lote deslucido, estuvo discreto en el que abrió plaza y no llegó a acoplarse con el otro. Ante el que abrió plaza, bien presentado y veleto, el arnedano realizó una labor pulcra y a media altura en la que faltó emoción a un astado que no se entregaba ni humillaba. Con el cuarto, de generosas perchas, Urdiales concretó un trasteo largo y frío que no caló en ningún momento en el público.
Envuelto entre un bullicio atronador y pantagruélicas meriendas, ayer creció en el ruedo, como silente y sutil, un excelso toreo al natural difícil de olvidar, que llevaba la firma de Talavante.
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