Tediosa tarde en Pamplona por la falta de raza de los toros de Pedraza
La terna se estrelló ante un mal encierro de la ganadería salmantina De Yeltes, que ayer debutaba en la feria de San Fermín
SEXTA DE FERIA EN PAMPLONA Ganadería: seis toros de Pedraza de Yeltes, de exagerado volumen y alzada, aunque no todos con cuajo, y que, sin excepción, resultaron desrazados y de insípido y deslucido juego, TOREROS: Curro Díaz, de rosa y oro: media estocada desprendida (silencio), dos pinchazos y bajonazo (silencio). Iván Fandiño, de rosa y oro: pinchazo y estocada honda desprendida (silencio); cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio). Juan Del Álamo, de verde manzana y oro: media estocada caída (silencio); estocada corta caída y doce descabellos (pitos). INCIDENCIAS: al finalizar el paseíllo, que las cuadrillas hicieron destocadas, se guardó un minuto de silencio en memoria del torero Víctor Barrio, herido de muerte el día anterior en la plaza de toros de Teruel. Lleno en los tendidos en tarde calurosa.
El mastodóntico volumen y absolutamente vacío de raza de los toros de la debutante ganadería de Pedraza de Yeltes llevó a un profundo tedio la corrida de ayer en los Sanfermines de Pamplona.
Quienes suelen confundir el volumen con el trapío, desconocen que, además de la impresión que causa el aspecto físico de los toros, lo que les hace de verdad crecerse a los ojos de los espectadores es la seriedad de la bravura.
Y eso es algo de lo que carecieron ayer los mastodónticos y voluminosos ejemplares de la ganadería salmantina de Pedraza de Yeltes, que debutó en los Sanfermines con unos torancones que arrojaron una media de 600 kilos de peso pero cuya raza, si es que se pudiera medir, apenas se pudo calibrar en gramos.
Ya de salida, los toros de la nueva ganadería charra lucían su aparatosa y desmesurada presencia sobre el mismo ruedo en el que empezaban a afligirse y a distraerse en cuanto los toreros les exigían un mínimo esfuerzo, para luego comportarse con una nobleza insípida y sin apenas celo en las faenas de muleta.
Curro Díaz, a quien ayer correspondió estoquear en Teruel al toro que mató a su compañero Víctor Barrio, tuvo la entereza de venir hoy a esta gigantesca corrida, pero apenas tuvo opciones ni de fajarse con su lote.
Tras brindar al cielo, el torero de Linares se enfrentó a un primero que ya amenazó con rajarse a las primeras de cambio y con el que se vio obligado a abreviar, mientras que el cuarto ya buscó las tablas tras salir huido del primer puyazo.
Aun así, Curro Díaz intentó aprovechar las medias arrancadas de este otro, ligándole, lógica y hábilmente, medios pases a base de dejarle la muleta en la cara, pero, como la faena se planteó demasiado cerca de la barrera, el toro busco siempre su refugio.
Iván Fandiño se enfrentó a un auténtico "bisonte" de 625 kilos en su primer turno y faenó con él sin brillo y sin asiento en la querencia de los tendidos de sol, mientras que no llegó a centrarse con el quinto, otro ejemplar de largo espinazo y cuello que, al menos, se movió con cierta nobleza hasta que empezó a distraerse.
El salmantino Juan del Álamo no regateó esfuerzos y tesón por sacar algo mínimamente lucido de sus dos toros, y fue lo más plausible de su actuación.
El tercero no pasó de dar medias arrancadas sueltas, mientras que el sexto, alto, largo, basto y pezuñón, nunca siguió más de medio metro la muleta con los pitones por debajo del estaquillador.
El único fallo del salmantino llegó con los aceros, pues necesitó hasta doce golpes de descabello para que al final se le tributara una injustada pitada.
Así que las únicas emociones de la tarde se vivieron en el paseíllo, cuando la plaza entera, incluidas las festivas peñas, guardó un impresionante minuto de silencio, a los sones del toque de oración de una de las charangas, en señal de duelo por Víctor Barrio, al que ayer mató en Teruel un toro con la mitad de volumen que los que ayer soltó la divisa de Pedraza de Yeltes en Pamplona.
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