Terrorífica cornada a Padilla

El cuarto toro, de Ana Romero, empitona por el maxilar inferior izquierdo al diestro jerezano y le saca el globo ocular de ese lado, además de producirle numerosos destrozos

Instante en el que el cornúpeta empitona con saña al torero.
Luis Nieto

08 de octubre 2011 - 01:00

Una fiera de encaste santacolomeño bautizada como Marqués, sin nobleza alguna, llegó a banderillas midiendo. Juan José Padilla salió apuradísimo del primer par, salvando la cornada gracias a una gran dosis de reflejos. El toro continuó orientándose y en el tercer y último par de rehiletes echó la cara arriba a Padilla quien, al salir del embroque y girarse, cayó en la arena. La fiera, que desde su salida del toril no había humillado nunca tras los vuelos del capote, descolgó el cuello y hundió certeramente su pitón izquierdo en la cara del torero jerezano, al tiempo que tomó impulso por los cuartos traseros y empujó violentamente con los riñones. La espeluznante escena agigantó su dramatismo cuando la cara de Padilla, de pie, sujetado por las asistencias, se cubría con un manto de sangre y el torero gritaba "¡No veo!, ¡no veo!".

Juan José Padilla fue inmediatamente ingresado en la enfermería, donde el equipo del doctor Carlos Val-Carreres le atendió de urgencia en primera instancia.

Miguel Abellán, el segundo torero de la terna, se hizo cargo de la lidia de este cuarto toro. Abellán, con los ojos vidriosos, perdía su mirada entre tanto los clarines y timbales daban anuncio a la salida de la siguiente fiera. El torero madrileño, que también sufrió una seria cornada en la cara el pasado 11 de junio en Las Ventas y que había ayudado a Padilla, tomó muleta y espada y, tras una ligera preparación cuadró al barrabás, al que finiquitó.

Los semblantes de los toreros, fúnebres, indicaban la grave dimensión del percance, que como un rayo acerado partió en dos el festejo. Miradas perdidas entre algunos banderilleros. El callejón era un hervidero de nervios. Arriba, silencio del público, conmocionado.

Con anterioridad, la función se abrió con un toro cárdeno oscuro, que se quedaba corto en sus embestidas. Juan José Padilla había consechado las mayores palmas en un par de banderillas al violín; destacando en un segundo de dentro afuera. Padilla porfió con la muleta con el astado, que en ningún momento se entregó.

Con el flojo segundo, de gran agilidad en el cuello por el lado derecho, Miguel Abellán se lució en una serie de naturales en los que voló bien la bamba de la muleta. Muletazos de buen trazo, pero que surgían de uno en uno por las condiciones del ejemplar de Ana Romero, al que le faltaba franqueza. De hecho, Abellán se libró por tablas en un par de ocasiones cuando manejaba la diestra.

El festejo, antes de la gravísima cogida y a punto de alcanzar su ecuador, había entrado en barrena cuando el tercer toro titular, de feas hechuras, de desplomó y fue sustituido por un sobrero de Los Bayones, también devuelto por su invalidez. Ante el tercero tris, del hierro también de Los Bayones, el vasco Iván Fandiño estuvo muy dispuesto y entregado. El toro, cortísimo, se rajó de inmediato. El orduñés le ganó la partida, citando de largo y aprovechando la inercia de los viajes del astado. Fue una labor tesonera que llegó al público, pero que el espada no remató certeramente con los aceros.

Tras la terrorífica cornada, saltaron dos toros cinqueños -quinto y sexto-, de distintas hechuras y juego. Miguel Abellán, muy tocado por la dramática cogida, tiró de vergüenza torera y le echó bemoles para recibir al quinto con una larga cambiada de rodillas. Con la muleta, al toro, reservón, le faltó franqueza y la faena no llegó a cobrar vuelo.

Todavía con el corazón en un puño, los toreros continuaron con el espectáculo. El sexto, serio, hizo una brava pelea en el primer tercio, derribando a picador y caballo de manera espectacular. El animal era noble, aunque tardo. Era el toro del encierro, el único boyante para un triunfo grande. Fandiño comenzó el trasteo con buenos muletazos. Pero la labor perdió intensidad a medida que el toro perdía fuelle, tardeaba y no llegaba a descolgar.

Cuando la noche se echaba encima, el cirujano-jefe de la enfermería de la Misericordia, Carlos Val-Carreres improvisaba una especie de rueda de prensa a pie de la enfermería, en la que afirmaba que Juan José Padilla había ingresado en la misma con un traumatismo severo y lesiones en el ojo y pabellón auditivo izquierdo, de carácter muy grave. Tras una atención en primera instancia, al torero le atendieron en el hospital Miguel Servert, de Zaragoza. Varias horas, especialistas de distintas especialidades y numerosas pruebas...

Las primeras cuarenta y ocho horas serán decisivas para Juan José Padilla, un torero que conoce como pocos del averno y del fuego de las cornadas. Un torero con casta que ya renació tras aquella cornada gravísima en el cuello en Pamplona hace una década.

Ganadería

Se estoquearon cinco toros de Ana Romero, de desigual presentación y juego. El primero se quedaba corto; segundo, con peligro por el pitón derecho, manejable por el izquierdo; cuarto, peligroso; quinto, reservón y sexto, noble, aunque tardo y sin humillar. Un sobrero de Los Bayones, como tercero tris, que sustituyó a otro inválido del mismo hierro, cortísimo y rajado. TOREROS: Juan José Padilla, de rosa y oro. Pinchazo y casi entera (silencio). En el cuarto fue cogido en el tercio de banderillas. Miguel Abellán, de rosa y plata. Estocada casi entera (saludos tras ovación). En el quinto, pinchazo y bajonazo (silencio). Iván Fandiño, de caña y oro. Dos pinchazos y cuatro descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).

Incidencias

Plaza de toros de La Misericordia. Media entrada. Juan José Padilla, tras ser atendido en la enfermeria de la plaza, fue trasladado al hospital Miguel Servet, donde fue operado durante varias horas, tanto de una gravísima lesión ocular como de otra en el pabellón auricular. Al cierre de esta edición, en el primer TAC, se descartaban daños cerebrales.

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