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Ventura y Talavante abren la Puerta Grande en Gijón

El diestro Alejandro Talavante y el rejoneador Diego Ventura, a su salida a hombros de la plaza de Gijón.
Efe / Gijón

14 de agosto 2014 - 01:00

El rejoneador Diego Ventura y el matador de toros Alejandro Talavante abrieron la Puerta Grande del coso gijonés del Bibio tras cortar tres y dos orejas, respectivamente, en una tarde en la que Miguel Ángel Perera se fue de vacío con el peor lote.

Ventura puso a calentar la tarde desde el principio con una primera faena al toro que abrió plaza muy completa y variada. Destacó montando a Nazarí, con el que brilló en galopes y banderillas clavando de frente, y con Milagro, con quiebros muy ceñidos y un par a dos manos en el epílogo. Cortó una oreja. Volvió Ventura a gustar en la faena al cuarto, esta vez con las batidas y galopes con Chalana, pero, sobre todo, con la magnífica doma de Oro, con el que clavó también banderillas de magnífica ejecución citando de plaza a plaza. Cerró faena de forma espectacular con cabriolas y cortas al violín montando a Remate. Rejón certero y fulminante, y dos orejas sin discusión.

El primero de Perera tuvo pocas fuerzas, escasa raza y tendió a colarse por el pitón derecho. El extremeño, que gustó manejando el capote, tiró de él con suavidad, estirando su embestida con largura y sin apretarle por abajo para tratar de afianzarle, pero el animal, sin prácticamente fondo, no tuvo ánimo de colaborar, propiciando que la faena, aun suficiente, no acabara de despegar. El inválido quinto también fue muy deslucido, con el que Perera, que puso mucho empeño en su labor para tratar de sacar algo potable, no pudo hacer nada más que mostrarse por encima de la condición de su antagonista, al que no mató bien.

No tuvo buen estilo en varas el primero de Talavante, queriéndose quitar el palo en el único encuentro con el caballo. Pero en la muleta se impuso la capacidad y frescura del diestro, que lo toreó con mucho sentimiento, quietud y temple, mejor si cabe al natural. Faena de notable torería e improvisación ante un animal que se dejó. Paseó un trofeo pese al descabello que necesitó tras la estocada.

El sexto fue el otro toro bueno de la tarde, y nuevamente se vio una faena de Talavante en la que la naturalidad y la pureza se aunaron a partes iguales. Especialmente bueno fue, otra vez, el toreo con la zurda, repleto de aroma y hondura. Aquí sí mató a la primera y logró otro apéndice.

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