Dos orejas para Ferrera y una para Abellán en la feria de Huesca
Dos orejas paseó el diestro Antonio Ferrera, lo que le erigió el máximo triunfador del festejo celebrado ayer en Huesca, tercero de su Feria de San Lorenzo, en el que Miguel Abellán logró también un apéndice.
La tercera de feria dejó para el recuerdo mucha voluntad de agradar por parte de Ferrera y Abellán ante unos toros justos de fuerzas y que se dejaban hacer con nobleza pero poco más. Padilla, por su parte, se estrelló con dos astados que no ofrecieron nada, lo que hizo que pasara desapercibido cuando en Huesca tanto torero como público se demuestran mucho cariño.
Padilla recibió al primero de su lote con una larga cambiada, destacando a continuación en banderillas, sobre todo en un par al violín, lo que fue un destello de querer agradar a un público que siempre se el entrega, pero el toro no contribuyó y poco pudo hacer.
En su segundo enemigo, más de lo mismo, ante un animal muy parado al que, tras unas tandas en los medios con la mano derecha y de naturales, lo despachó pronto y tampoco pudo arrancar los aplausos del respetable.
Antonio Ferrera mostró buenas maneras con el capote tanto en las verónicas y chicuelinas, y todavía estuvo mejor con las banderillas, suerte que domina perfectamente.
Tuvo suerte ya que fue uno de los mejores toros que salieron al ruedo, sobre todo por el pitón derecho, por donde también le dio unas cuantas series de naturales. Una estocada caída pero efectiva sirvió para que el público, generoso, pidiera la oreja que le fue concedida.
En el quinto de la tarde, Ferrera salió dispuesto a abrir la puerta grande y lo intentó tanto con las banderillas al quiebro como con la muleta. Le dio al toro las pausas para que tomara aire y estuvo valiente el torero de Baleares, arrimándose y con sus desplantes, echándose al sol en el bolsillo. El acero le impidió desorejar tras pinchar por dos veces, aunque la oreja se la concedió el público que agradeció su buen hacer y su valentía.
Abellán también quiso agradar al respetable desde el principio. La larga cambiada recibiendo al toro fue un prólogo a una faena entregada y fundamentada por el pitón derecho. Los pases de rodillas y manoletinas finales hicieron vibrar al público, pero la espada le acabaría jugando una mala pasada.
En el que cerró plaza, toro de buenas hechuras, todo se fue al traste cuando cobró una voltereta, lo que le mermó facultades. Y aunque puso mucha voluntad Abellán y sobre todo valentía, no pudo hacer mucho. Los aficionados entendieron la entrega del torero por sacar agua de un pozo vacío y le premiaron con una oreja.
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