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La plaza Monumental el sueño social de Joselito

La vida del coso coincidió con los años dramáticos del "trienio bolchevique" y la huelga general de 1917 · Para la Real Maestranza fue una competencia insoportable que pudo evitar con su influencia social

Aspecto de la Monumental sevillana, que estuvo ubicada cerca de la actual avenida Eduardo Dato, a la altura de la Huerta del Rey.
Nicolás Salas

23 de septiembre 2012 - 01:00

La España, la Sevilla de José Gómez Ortega Gallito (para los carteles) y Joselito (para su afición) fue una crónica de sucesos que dramatizó la vida cotidiana, pero sin alcanzar los límites trágicos de las décadas siguientes a su muerte en mayo de 1920. Este año fallecieron junto a Joselito, Benito Pérez Galdós, la emperatriz Eugenia de Montijo y Mariano de Cavia.

Entre finales del siglo XIX y 1920, España y Sevilla muy particularmente, vivieron hitos históricos que marcaron el futuro de la vida ciudadana. España se desintegraba socialmente. Marruecos, sangría y vergüenza, con Sevilla de hospital de sangre. Doce cambios en la presidencia del Gobierno. Asesinato de Canalejas.

Y fue en esta ciudad traumatizada por los problemas sociales y políticos donde José Gómez Ortega se propuso construir una "plaza de toros para el pueblo infeliz". Se agiganta con el paso del tiempo la increíble proeza social gallista. Joselito se propuso y consiguió dotar a Sevilla y su entorno de una de las mejores plazas de toros de su tiempo y abaratar los precios para beneficiar a la clase obrera sevillana. Para colmo, la vida del coso coincidió con los años dramáticos del "trienio bolchevique" y la huelga general de 1917. Años en que el torero se ganó el amor de Sevilla por sus obras de caridad en la Hermandad de la Macarena, como certificó el canónico Juan Francisco Muñoz y Pabón. Pero ahora debemos recordar cómo era aquella ciudad anclada en el pasado.

En el fiel entre dos siglos los historiadores no dudan en presentar una nación dominada por la confusión y el abandono, un país hambriento, semianalfabeto, frustrado por el Desastre del 98 y las continuas luchas políticas de la segunda mitad del siglo XIX, que tenía leves esperanzas en el reinado de Alfonso XIII, iniciado en 1902. Durante la primera década del siglo XX se generalizaron las huelgas. En 1900 se aprobaron las leyes de Protección del Trabajo de mujeres y niños, y en 1904 la de Descanso Dominical. En 1908 se reguló el derecho de huelga. La población activa por sectores era del 66,34% en la agricultura, del 15,99% en la industria y del 17,77% en los servicios.

La dramática situación nacional tendría reflejo en la reacción de un destacado grupo de intelectuales, que más tarde sería conocido como la generación del 98. Sevilla había sido espejo de España durante los lustros finiseculares del XIX y la primera década del XX.

La vida administrativa y política de Sevilla (1911-1920) es fiel reflejo de la situación del país y nuestra ciudad es un espejo en donde se repiten las realidades sociopolíticas y económicas de Madrid, del que dependen todos los jefes de los partidos políticos.

Inauguración

En 1918 se inauguró la plaza de toros Monumental de Sevilla, localizada en la mediación de la actual avenida de Eduardo Dato, por entonces rotulada Monte Rey, en la acera de los impares, frente a la Huerta del Rey. En la periferia del barrio de San Bernardo. Este acontecimiento tuvo doble trascendencia, como obra arquitectónica singular y por romper el monopolio del coso de la Real Maestranza e imponer una competencia basada en los precios. El mentor de la nueva plaza fue José Gómez Ortega Gallito. Durante la construcción del nuevo coso, surgieron problemas con las pruebas de seguridad, que retrasaron la inauguración varios meses. Y esta circunstancia provocó fuertes polémicas por considerar los seguidores de Joselito que se habían extremado las pruebas de seguridad más allá de lo razonable, por influencias maestrantes.

La plaza Monumental de Sevilla, construida en estilo neoclásico por el arquitecto José Espiau y Muñoz y el ingeniero Francisco Urcola Lazcanotegui, entre 1915 y 1918, tenía una capacidad de 23.055 espectadores, entonces cerca del doble que la Real Maestranza. Esta capacidad estaba distribuida del siguiente modo: sombra alta, 1.882 localidades; sombra baja, 3.801; sol y sombra alta, 1.549; sol y sombra baja, 2.027; sol alto, 2.884; sol bajo, 3.851; andanadas de sombra, 3.538; y andanadas de sol, 7.523. Este número de espectadores posibles permitió ofrecer unos precios cercanos a la mitad de los que costaba ver un festejo en la Real Maestranza. El empresario fue José Julio Lissén, íntimo amigo de Joselito. La plaza era muy atractiva y cómoda para los espectadores, con asientos amplios y vomitorios que permitían el rápido desalojo de los tendidos.

La corrida inaugural fue el 6 de junio de 1918, actuando Joselito, Curro Posada y Fortuna, que lidiaron reses de Juan Contreras, mansas, hasta el punto de deslucir el festejo. La plaza registró un lleno casi total, con cerca de veinte mil espectadores y fue un acontecimiento nacional en el mundillo del toreo. Joselito cortó aquel día la primera oreja concedida en la plaza Monumental, al toro que abrió plaza, de nombre Vallehermoso, número 48, negro zaíno, terciado, abierto de cuerna y silleto. "El animal tomó cuatro varas de Camero y Carriles, proporcionando tres caídas y dejó un caballo para el arrastre" [G.H.V., Abc, 9 junio 1968].

Maestranza VS. Monumental

Don Criterio, influyente crítico taurino de El Liberal, mostró siempre su opinión contraria a la existencia de dos plazas y la preferencia por la exclusividad maestrante. Por el contrario, Joselito fue partidario de los cosos monumentales para poder abaratar los precios de las localidades y garantizar la asistencia del mayor número posible de espectadores, sobre todo en una época de crisis sociales y falta de recursos económicos de la clase obrera. El torero defendió la necesidad de promover las corridas frente a otras atracciones como el balompié, que comenzaron a tener auge.

En el ambiente taurino se mantuvo que mientras Joselito apadrinó la plaza Monumental, demostrando abiertamente su preferencia por el nuevo coso, Juan Belmonte fue fiel a la Real Maestranza. Pero ambos toreros actuaron en los dos ruedos y nunca practicaron boicot alguno. Sin embargo, nada más morir José Gómez Ortega Gallito en Talavera en 1920, volvieron a plantearse los mismos problemas de seguridad de 1917 y 1918. Y meses después, en 1921, el Gobierno Civil clausuró la plaza y prohibió todo tipo de actos y festejos. En 1930, el 9 de abril, comenzó el derribo de la Monumental, de la que aún quedan leves vestigios de la cerca en la avenida de Eduardo Dato, frente al colegio de Porta Celis de la Compañía de Jesús.

La última corrida celebrada en la plaza Monumental fue el 30 de septiembre de 1920, una novillada en la que actuaron Maera, Facultades y Joselito de Málaga, con reses del hierro de Rincón.

Sobre la construcción de la plaza y sus problemas de seguridad, el profesor Alberto Villar Movellán, afirma lo siguiente: "En 1915 ya estaba ultimado el proyecto. Se había encargado a Francisco Urcola Lazcanotegui, arquitecto experimentado en obras públicas, en trabajos de hormigón y en edificios para espectáculos, entre otros la desaparecida plaza de toros de San Sebastián [1903] y el teatro Victoria Eugenia en la misma capital [1912]. José Espiau y Muñoz dirigió las obras: su primera y única gran experiencia en hormigón armado. En España no se había utilizado mucho el sistema, aunque en el extranjero ya se trabajaba con plena garantía [...] La obra se llevaba muy deprisa en el transcurso de 1916 [había comenzado en noviembre de 1915] con objeto de poder estrenarla en la Feria de Abril del año siguiente. A principios de dicho mes se efectúan las pruebas de resistencia, con 500 kgs. por metro cuadrado".

Ubicación

La plaza de toros Monumental estaba en la actual avenida de Eduardo Dato, a la altura de la Huerta del Rey, en la acera izquierda, por entonces rotulada de Monte Rey. Podemos ver todavía una de las puertas de la Monumental, que fue una plaza sin fortuna, polémica, unida a la vida profesional de Joselito el Gallo, su principal valedor.

Después de las pruebas citadas, aparecieron fisuras y el 8 de abril de 1917 se emitió un dictamen desfavorable. Días después, el 18 de abril de ese mismo año, durante la noche, se desplomó casi un tercio de los tendidos de la plaza. Fue reconstruida y sometida nuevamente a pruebas de resistencia favorables y pudo inaugurarse el 6 de junio de 1918. El profesor Villar Movellán, apostilló la referencia técnica con el siguiente comentario: "Las dudas sobre la solidez de la Monumental no desaparecieron nunca y la presión de la Maestranza tampoco, de modo que el gobernador civil terminó ordenando su clausura [...] Quizá el episodio de la Monumental no hubiera pasado de pura anécdota si no hubiese estado como estuvo entroncado en la misma vida de la ciudad, si no hubiese sido como el símbolo trágico de las quiméricas empresas ciudadanas, comenzadas con esperanza y concluida con amargura".

José Gómez Gallito toreó por última vez en la plaza Monumental, el 23 de abril de 1920, y alcanzó un gran éxito con toros de Miura. Don Criterio tituló su crónica "Una tarde de Joselito". Aquel día, por primera y única vez en su breve historia, se abrió el palco real de la Monumental para la Reina Victoria Eugenia, que vemos en fotografía de Juan José Serrano Gómez (Fototeca Municipal de Sevilla).

Juan Belmonte no pisó el albero de la Monumental hasta el 22 de abril de 1920. En 1918, año de su apertura, no actuó en España, y en 1919 tuvo que anular un contrato por percance. Con toros de Guadalest, Juan Belmonte alternó con Joselito y Chicuelo. En la jornada siguiente, Juan Belmonte volvió a torear en la Monumental, sumando sus dos únicas corridas en esta plaza. Debemos subrayar que esta temporada de 1920, la empresa La Taurina Sevillana (Real Maestranza) gestionó también la Monumental, distribuyendo las siete corridas de Feria de abril entre las dos plazas: cuatro en el Baratillo y tres en San Bernardo.

Un aficionado contemporáneo de la Monumental, Fernando López Vilches, fotógrafo de Prensa, recordó en Abc [1 mayo 1984], sus vivencias de aquellos años, de las que reproducimos los siguientes párrafos: "La construcción de la plaza de toros Monumental fue motivada por diversas razones; pero quizás la más poderosa de todas ellas fue que surgieron serias discrepancias entre Joselito el Gallo y la empresa de la Real Maestranza que alejaron al gran torero del coso del Arenal". "[Después de las primeras pruebas de resistencia] circuló insistentemente por Sevilla el rumor, que llegó hasta los más recónditos rincones de la ciudad, de que la plaza había sido sometida a una prueba de peso muy superior a la que en realidad le hubiera correspondido, ya que cargar cada asiento, durante veinte días, con doscientos kilos de peso, le pareció a todo el mundo excesivos kilos... Se pensó que los primeros sorprendidos de la validez de la prueba fueron los mismos técnicos que la realizaron, mientras en la ciudad se rumoreaba sobre lo que había de trasfondo en aquel asunto".

"La plaza estuvo funcionando mientras vivió Joselito, pero muerto éste, que era en realidad el más sólido sostén de aquel circo y la única figura capaz por sí mismo de llenar su aforo, volvieron las intrigas y se volvieron a realizar otras pruebas de resistencia ante nuevos rumores de falta de solidez".

"Fuertes presiones, procedentes de muy altas esferas, fueron en realidad la falta de solidez de este magnífico coso que tenía una cabida muy superior a la Maestranza, y donde se podían ver novilladas de postín por 1,25 pesetas en grada de sombra, y por 0,35 pesetas en andanada de sol. Éste fue el auténtico motivo para declarar en ruina esta plaza". El autor tituló su artículo con esta curiosa frase: "Joselito el Gallo, la Monumental y su extraña ruina".

La última foto de Joselito en la Monumental fue captada por Juan José Serrano Gómez (Fototeca Municipal de Sevilla), en la corrida del 23 de abril de 1920, presenciada por la reina Victoria Eugenia. Alternó esa última tarde con Juan Belmonte, Varelito e Ignacio Sánchez Mejías, con reses de Miura. Don Criterio tituló su crónica en El Liberal "Una tarde de Joselito". La última… Vistió un traje negro y oro, de luto por su madre.

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