Diario de una gran hazaña | Epílogo
Así acabó una gesta que hizo cambiar el concepto del mundo
Diario de una gran hazaña | Capítulo 55 (20 de julio de 1521)
Después de las numerosas calamidades que han tenido que soportar desde que zarparan de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de 1519, la flota española que sigue buscando las Molucas y sus codiciadas especias tiene que afrontar ahora otro desafío. Fondeadas frente al puerto de Brunéi, en el norte de la isla de Borneo, las tripulaciones de las naos Trinidad y Victoria acaban de conocer que el rajá Siripada, mandamás absoluto de este enclave asiático, ha decretado que sean retenidos en contra de su voluntad los siete españoles que días atrás fueron conducidos a su palacio como invitados.
La flota, procedente de la isla de Palawan, llegó a Brunéi el pasado día 9 de julio, en lo que fue una decisión adoptada de manera unilateral por el actual capitán general de la expedición, el portugués Joao Lopes Carvalho. Su ambición personal y su afán por apropiarse de oro, joyas y otras piedras preciosas parece ser el motivo principal por el que las dos naos supervivientes han terminado atracando en este punto tan alejado de las Molucas y, además, con la opinión contraria del resto de la oficialidad y de la tripulación.
Al poco de llegar a Brunéi las autoridades locales invitaron a un grupo de siete españoles para ser conducidos al palacio del rajá. Carvalho prefirió no formar parte de esa comitiva, que pasó a estar liderada por Gonzalo Gómez de Espinosa, capitán de la Victoria, y por Juan Sebastián Elcano, un marino de Guetaria (Guipúzcoa) que inició esta aventura como maestre de la desaparecida nao Concepción y que ha ido subiendo puestos en el escalafón de la expedición conforme se han ido acumulando bajas entre los oficiales.
El viaje hasta el palacio del rajá Siripada fue una experiencia difícil de olvidar ya que estos siete embajadores provisionales fueron trasladados en elefantes, unos animales jamás vistos hasta ahora por los españoles, de gigantescas proporciones, parece que bastante dóciles y que estaban engalanados para la ocasión.
Y ya en palacio, más sorpresas, porque Espinosa, Elcano y compañía conocieron muy pronto que, si querían continuar con vida, al rajá Siripada ni se le podía tocar, ni mirar, ni siquiera dirigirse a él. Y además había que hacerle varias reverencias nada más entrar en la misma estancia en la que él estuviera.
En sus conversaciones con el rajá –siempre con interlocutores de por medio– los españoles optaron por no disimular su procedencia, algo que, al menos en primera instancia, no disgustó a Siripada, que jamás había tenido ante sí a otros europeos que no fueran portugueses. Sin embargo, este último hecho pudo ser el motivo que le hiciera cambiar de opinión ya que tras unos días colmando de atenciones a los españoles, a los que ha permitido pasear por Brunéi con total libertad, ahora los mantiene secuestrados en palacio. Entregarle a sus aliados portugueses una flota española o, al menos, una representación con varios oficiales, será un obsequio que fortalecerá aún más esa alianza con los lusos, se supone que habrá pensado Siripada.
Mientras tanto, a bordo de la Trinidad y la Victoria cunde el desánimo, ya que se teme por la vida de los expedicionarios. Carvalho ha exigido ya la vuelta de estos siete hombres y, en señal de advertencia a Siripada, ha ordenado disparar y asaltar una flota que estaba llegando al puerto de Brunéi. Incluso, Carvalho ha tomado como rehén al hijo del rey de una isla cercana llama Luzón. La idea era que esta detención sirviera como moneda de cambio para la liberación de los españoles, aunque poco después el hijo del rey de Luzón era liberado. Algunas fuentes aseguran que Carvalho cambió de opinión después de aceptar un trueque con el detenido, que, a cambio de su libertad, le entregó mucho oro y tres mujeres indígenas que han sido trasladadas ya a su camarote personal de la Trinidad.
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