Llega la hora de la verdad para Elcano
Diario de una gran hazaña | Capítulo 74 (13 de mayo de 1522)
Tras seis días recorriendo la costa sudeste de África sin hallar un lugar idóneo en el que fondear, la 'Victoria' se prepara para encarar a partir de mañana el cabo de Buena Esperanza
La tripulación ha quedado reducida a 43 hombres después de la muerte de dos marineros por escorbuto
Desde el puente de mando de la Victoria, Juan Sebastián de Elcano mira al cielo como pidiendo la intercesión divina. Sabe que dentro de muy pocas horas, mañana quizás, le llegará la hora de la verdad. De las decisiones que tome a partir de ahora dependerá en gran medida que esta flota de las especias que zarpó de Sanlúcar hace dos años y ocho meses concluya con éxito o acabe en un fracaso absoluto entre el desconocimiento general. Porque a partir de mañana la Victoria, Elcano y un puñado de marineros debilitados por el hambre pero obedientes tendrán que plantarle cara al cabo de Buena Esperanza, un lugar temible para la navegación.
A día de hoy, 13 de mayo de 1522, la Victoria se acerca poco a poco al cabo de Buena Esperanza navegando desde el este. Después de casi 100 días cruzando el Índico en dirección al oeste, la nave española se topó el pasado 8 de mayo con la costa africana, para decepción de todos y en especial de Elcano, que creía que estaban ya en aguas del Atlántico.
El mal tiempo y los fuertes vientos contrarios con los que se han encontrado durante la travesía del Índico han hecho que la nave realmente navegara menos de lo que su comandante había calculado. De ahí que cruzar el cabo de Buena Esperanza sea una tarea pendiente que la Victoria tendrá que encarar a partir de mañana.
Durante estos seis últimos días, la Victoria ha buscado en la costa africana un lugar idóneo en el que fondear para buscar alimentos frescos que permitieran recuperar a los numerosos miembros de la tripulación que padecen escorbuto. Pero la peligrosidad del litoral, lleno de rocas y acantilados, han hecho que Elcano desista de ello.
Por eso, desde ayer la orden dada por el comandante ha sido la de poner rumbo suroeste para alejarse de la costa y, también, para salir de un lugar de paso habitual para las naves portuguesas que se dirigen a las Molucas. “En la mar está nuestra libertad”, se le ha escuchado decir a un miembro de la oficialidad de la nao. Pero con ello lo que busca también Elcano es intentar salvar este cabo situado al sur de África con cierto margen para que los fuertes vientos no terminen lanzando la nave contra las rocas.
A pocas horas de un momento que se antoja crítico, en la cabeza de Elcano surgen varias preocupaciones. La primera de ellas es la debilidad de su tripulación, que aunque ha demostrado con creces su lealtad y valentía, está muy debilitada debido a su desnutrición galopante. Y harán falta fuerzas para hacer que la nave logre salvar el infierno que se le viene encima. Para colmo, la tripulación se ha visto mermada con la muerte de dos marineros españoles, uno ayer y otro hoy, debido al escorbuto. A bordo de la Victoria sólo quedan ya 43 hombres, y ente ellos hay muchos que ni siquiera se pueden poner de pie por la enfermedad.
Y la otra gran preocupación de Elcano es si la Victoria podrá superar el envite. La nave presenta serias deficiencias en su estructura tras más de año y medio de navegación continua que le han llevado a surcar tres océanos de un extremo al otro extremo. Además, el sentido en el que van a cruzar el cabo, de este a oeste, es una temeridad. Pero Elcano está decidido a darle un voto de confianza a su nave, primero porque no tiene más opciones y segundo porque entre vascos se entienden mejor. Y si el marino es de Guetaria, la Victoria vio la luz en Zarauz.
En el cabo de Buena Esperanza conviven todos los elementos climatológicos adversos: vientos furibundos, fuertes corrientes marinas que se entrelazan, las olas chocando con fiereza contra los acantilados y una bruma constante que obliga prácticamente a navegar a ciegas. Pero la Victoria y Elcano van a plantarle cara. Porque si logran sortearlo lo que les espera es su Océano Atlántico, que les debe llevar a casa.
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