La flota de Magallanes vuelve a la mar 145 días después
Diario de una gran hazaña | Capítulo 25 (24 de agosto de 1520)
Tras cinco meses en los que han vivido casi de todo, el capitán general de la expedición a las Molucas decide abandonar el refugio invernal de San Julián ante la mejoría del tiempo
Magallanes ratifica a un primo suyo al frente de una nao y deja al frente de otra a uno de sus cuñados
Vuelta a la mar, al fin. Después de cinco largos meses en los que han vivido experiencias de todo tipo mientras estaban confinados en la Patagonia, los hombres que conforman la expedición a las Molucas ya están de nuevo navegando al mando de su capitán general, Fernando de Magallanes.
La mejoría paulatina del tiempo, con temperaturas que van subiendo a cada día que pasa, ha terminado convenciendo a Magallanes de que, ahora sí, el estado de la mar permite volver a retomar el rumbo sur en búsqueda del tan ansiado paso marítimo que el marino portugués está convencido de que está muy cerca y que permite conectar el Océano Atlántico con el llamado Mar del Sur que años atrás visualizara Núñez de Balboa durante una expedición a pie por Panamá.
Así, y tras dos semanas de intensos preparativos y de almacenaje de víveres y de agua potable, la llamada flota de las Especias ha zarpado en la amanecida de hoy, 24 de agosto de 1520, y tras la celebración de una misa de acción de gracias.
Previamente, en la jornada de ayer Magallanes nombró a los capitanes de las naos supervivientes después de que dos de los que mandaban estas embarcaciones, en concreto Luis de Mendoza y Gaspar de Quesada, fallecieran ajusticiados tras el intento de motín que protagonizaron el pasado 1 de abril. De esta manera el capitán general de la flota ha decidido que al frente de la San Antonio se mantenga su primo Álvaro de Mezquita, que ya asumió este cargo en sustitución del rebelde Juan de Cartagena a finales de año, durante la estancia de la flota en Río de Janeiro. Del mismo modo, un cuñado de Magallanes llamado Duarte Barbosa asumirá a partir de ahora el mando de la Victoria, mientras que la máxima autoridad en la nao Concepción será Juan Rodríguez Serrano, a quien Magallanes exculpa así del hundimiento de la nao Santiago, que tuvo a su cargo desde la partida de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre del año pasado hasta su desaparición en estas mismas costas patagónicas el 22 de mayo. El capitán general de la flota, por su parte, seguirá comandando la nave principal de la expedición, la Trinidad.
Con estos nombramientos el marino portugués confía en haber sofocado de una vez por todas las revueltas internas que han estado presentes en la expedición prácticamente desde la partida. Además, para acallar a los críticos Magallanes ha querido que se visualice la penosa situación en la que queda el principal responsable del motín de abril, Juan de Cartagena. El veedor real de esta expedición ha sido condenado a quedarse en tierra sin alimentos y sin herramientas o armas y con la única compañía de Pedro Sánchez Reina, uno de los tres clérigos que conformaban esta expedición y a quien Magallanes ha condenado igualmente al destierro por gritarle en una de sus habituales discusiones que ardería en el fuego del infierno.
De esta manera, y sumando estas dos bajas, la flota ha vuelto a la mar con una expedición conformada por unos 230 hombres, aproximadamente. Esto significa 12 hombres menos de los que llegaron a esta bahía de San Julián el pasado 31 de marzo. En estos 145 días que han pasado confinados en la Patagonia para protegerse del invierno austral, la expedición ha tenido que hacer frente, entre otras cosas, al ya referido trágico motín del 1 de abril, a la pérdida de la nao Santiago, a varias muertes por enfermedad, a un frío bajo cero que han tenido que soportar sin contar con las prendas de abrigo más adecuadas para ello y con una relación contradictoria con los indios patagones, que se inició con un intercambio cultural y de presentes y que acabó con un enfrentamiento armado en el que perdió la vida un marino español.
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