Diario de una gran hazaña | Epílogo
Así acabó una gesta que hizo cambiar el concepto del mundo
Diario de una gran hazaña | Capítulo 52 (9 de junio de 1521)
Preguntando se va a Roma, pero no a las Molucas. De ello pueden dar fe los 115 hombres que conforman lo que va quedando de la flota de las especias, esa expedición patrocinada por el rey de España y que busca llegar a la Especiería navegando siempre hacia Occidente.
A la fecha actual, principios de junio de 2021, las dos naves que aún siguen operativas continúan atravesando sin rumbo claro el Mar de Joló, donde desembocaron tras huir de Cebú y después de una pausa mínima en la isla de Mindanao.
Bajo las órdenes de Joao Lopes Carvalho, el capitán general de la flota que comanda también la Trinidad, la expedición se ha encontrado con un enemigo tristemente conocido: el hambre. Al tener que huir a toda prisa de Cebú y al no encontrar en Mindanao los víveres que necesitaban, los marineros españoles vuelven a sufrir carencias severas en la alimentación. Es verdad que aún no ha hecho acto de presencia el escorbuto que tanto daño hizo a la flota durante la penosa travesía por el Pacífico, cobrándose incluso un buen puñado de vidas. Pero también es verdad que la preocupación crece conforme pasan los días y la desesperación parece haber calado en algunos de los expedicionarios.
Durante esta travesía por el Mar de Joló, donde han mantenido siempre un rumbo oeste o suroeste, la flota se ha topado con una isla pequeña que responde al nombre de Cagayan. Allí se han encontrado con numerosos convictos y deportados, descubriendo al poco tiempo que esta tierra es una especie de depósito carcelario de una isla cercana que se llama Borneo.
Tras mandar un bote a tierra y departir con estos presos, los españoles han conocido de la existencia de otra isla situada un poco más al norte que responde al nombre de Palawan y donde, al parecer, pueden encontrar los alimentos que precisan y también los suministros necesarios para reparar unas naves que están en muy mal estado tras más de un año y medio a flote.
Algunos de estos presidiarios han querido embarcar para recobrar así su libertad, aunque se han encontrado con la negativa rotunda de Lopes Carvalho, que no se fía ya ni de su sombra y que ha ordenado zarpar de inmediato y poner proa a Palawan. Este rumbo norte no ha sido entendido por aquellos miembros de la expedición que lo único que saben de las Molucas es que están al sur, a la altura del ecuador.
En cualquier caso hay una diferencia notable entre la expedición actual y la que había antes de su paso por Cebú y la acumulación de bajas. Esa diferencia estriba en que la flota ya no tiene que preocuparse por evangelizar a los pueblos nativos con los que se va encontrando. Y esto se debe a que la expedición ha perdido a los tres clérigos que iban a bordo cuando zarparon de Sanlúcar hace casi 21 meses: Pedro Sánchez de la Reina, que fue abandonado a su suerte en la Patagonia junto a Juan de Cartagena por orden de Magallanes; Bernardo Colmetas, que iba en la San Antonio cuando esta nao desertó y que ya ha regresado a España; y Pedro de Valderrama, que fue una de las víctimas de la emboscada de Cebú.
No tener que bautizar a los aborígenes y no tener que levantar una cruz en cada lugar que se descubre es un alivio para la expedición, que gana así tiempo. Pero también es verdad que a estas alturas del siglo XVI la religiosidad impregna todas las capas de la sociedad y no tener cerca a un confesor supone cierta desprotección, y más cuando se está en la otra punta del planeta.
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