El viento de poniente acude a tiempo al rescate de Elcano
Diario de una gran hazaña | Capítulo 87 (29 de agosto de 1522)
Tras una semana amainada en aguas del Atlántico Norte, la 'Victoria' puede al fin inflar sus velas y poner rumbo a la costa andaluza, donde espera llegar entre siete y diez días
El peligro de que los españoles sean descubiertos por los portugueses está ahora más latente que nunca
Se ha hecho el remolón pero al final el viento de poniente ha acudido a tiempo al rescate de Juan Sebastián de Elcano y de su nave.
Una semana que ha parecido interminable ha permanecido la nao Victoria amainada en aguas del Atlántico Norte. Tras lograr cruzar el archipiélago de las Azores de sur a norte sin ser vista por la Armada portuguesa, la nave de Elcano mantuvo durante varios días su rumbo norte hasta llegar a la altura del paralelo 42. Allí esperaba encontrar el viento de poniente tan habitual en esta zona del planeta y a estas alturas del año para poner luego rumbo al sudeste en dirección hacia la Península Ibérica. Pero de viento, nada de nada. Sólo hallaron un anticiclón, el de las Azores, que ha terminado por agotar las pocas energías que le quedaba a la tripulación.
Hoy, 29 de agosto de 1522, la Victoria surca de nuevo las aguas del Atlántico. Así lleva ya cuatro días, desde que reapareció el viento y pudo inflar sus velas. Con el poniente como aliado y con las 27 toneladas de especias intactas en sus bodegas, la nave española ya ha descendido hasta la latitud 39, pero aún tiene que seguir bajando más. Elcano lo tiene claro: la vuelta al mundo la completará primero en Sanlúcar de Barrameda y luego en Sevilla, algo que, según sus cálculos, puede tardar entre una semana y diez días si no surgen nuevos inconvenientes y, sobre todo, si sigue aguantando medianamente bien una embarcación que está totalmente desvencijada, con varias vías de agua en su casco y con sus mástiles muy dañados.
Pero para llegar a la costa andaluza hay que salvar primero el Cabo de San Vicente, el punto más occidental de la Península Ibérica y por tanto de Portugal. Y ese es el nuevo objetivo que persigue ahora la Victoria.
La nave española navega bastante alejada de la costa lusa y, por lo tanto, no ve tierra aún. Pero Elcano sabe que Lisboa, Sagres o Faro son enclaves por cuyas inmediaciones habrá que pasar en los próximos días y de los que fácilmente puede zarpar una flota enemiga en cualquier momento. Por tanto, el peligro de ser divisados por los portugueses está ahora más latente que nunca. De ahí que el máximo responsable de la Victoria haya ordenado a los vigías que extremen la vigilancia para evitar ser descubiertos cuando tan cerca tienen culminar con éxito esta misión a la Especiería.
Pero eso de estar atentos desde la parte superior de los mástiles con la vista puesta en el horizonte es algo muy fácil de decir pero muy difícil de ejecutar cuando el cuerpo humano lleva pasado tanta hambre, tanta sed y tanto agotamiento. Sin energía, prácticamente inanes, los vigías de la Victoria hacen lo que pueden, y eso ya es mucho en las circunstancias actuales.
La situación a bordo es tan agónica que toda la tripulación es consciente de que el riesgo de que haya nuevos fallecimientos sigue siendo evidente. Los víveres obtenidos en Cabo Verde ya se ha comprobado que terminaron siendo cruciales para que la nave española haya podido llegar hasta donde está ahora. Y si solamente ha habido que lamentar una muerte desde que huyeran del archipiélago luso hace ahora casi 50 días, es sin duda gracias a la comida y la bebida que allí pudieron obtener. Pero el regreso de la escasez, el hambre y la sed han hecho que muchos de los tripulantes hayan visto cómo su estado de salud ha vuelto a empeorar de manera más que notable.
Los 18 españoles a bordo sólo tienen una esperanza a la que aferrarse, y es que están a muy pocos días de convertirse en los primeros hombres en conseguir dar la primera vuelta al mundo. Y el sueño por alcanzar esa gesta, que no está al alcance de cualquiera, es lo que le da nuevos bríos.
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