Magallanes logra el apoyo de sus oficiales para seguir avante

Diario de una gran hazaña | Capítulo 35 (23 de noviembre de 1520)

Confirmada la deserción de la 'San Antonio', el capitán general de la flota de las Especias decide continuar navegando hacia las Molucas, aunque con sólo tres naves y apenas unos 170 hombres

La chalupa a la que ordenó inspeccionar el canal del noroeste ha confirmado que al final del mismo está el ansiado Mar del Sur.

La flota zarpará de la Bahía de las Sardinas mañana, una vez que se almacenen todos los víveres y pertrechos posibles

Un lobo marino descansa tomando el sol sobre una roca en pleno Estrecho de Magallanes.
Un lobo marino descansa tomando el sol sobre una roca en pleno Estrecho de Magallanes. / Juan Clavero
Francisco Sánchez Zambrano

23 de noviembre 2020 - 05:00

Toca reinventarse, una vez más. A Magallanes no le queda otra que pararse un momento y pensar cuál es el camino a seguir tras su último –y durísimo– revés. Porque el capitán general de la flota de las Especias ya tiene claro que la San Antonio, el segundo buque en importancia de su expedición a las Molucas y que ejercía además como barco-despensa de la flota, ya ha desertado. Tras buscarla desesperadamente por todos los canales y recovecos de este paso laberíntico en el que llevan ya más de un mes, el almirante portugués, ahora sí, se ha autoconvencido de que ha sido víctima de una traición con mayúsculas y de que la San Antonio navega ya cruzando el Atlántico con rumbo a España.

¿Y ahora qué? Con apenas tres naos de las cinco con las que partió de Sanlúcar hace 14 meses y con una dotación que se ha visto reducida a unos 170 hombres, algunos de los cuales están enfermos debido a la dureza del invierno austral que han tenido que padecer casi a la intemperie, Magallanes se ha parado a pensar. No quiere volver a España, porque ello supondría confirmar su fracaso cuando, paradójicamente, ha sido él quién ha descubierto –o al menos cree estar a punto de descubrir– el ansiado paso marítimo que conecta los dos océanos. Pero sabe también que remontar el Mar del Sur en estas condiciones será muy duro. De ahí que, ante la duda, haya hecho algo muy poco habitual en él: sondear la opinión de su oficialidad.

Él, que durante este año largo ha dado sobradas muestras de ejercer una autoridad que roza lo dictatorial –ejecuciones sumarísimas, destierros, repeler con dureza un ataque de los indios en Puerto San Julián– ha decidido ahora bajarse de su pedestal para conocer lo que piensan los demás miembros de la oficialidad de su flota. Y, quizás porque ya no hay ni traidores, ni críticos en la expedición, todos han venido a decirle a Magallanes, con mayor o menor firmeza, que avante, que llegados a este punto es preferible poner proa hacia las Molucas antes que regresar a España con la cabeza gacha.

Y algunos de estos oficiales han aportado un elemento que ha terminado por convencer a Magallanes: la flota puede remontar el Pacífico en dirección norte navegando siempre en paralelo a la costa americana. De este modo siempre podrán fondear en algún recodo tranquilo de la costa si hiciera falta recargar las provisiones, reparar las naves o que la tripulación descanse.

A la vista de la unanimidad recibida, Magallanes ha dado la orden de ultimar los preparativos para zarpar mañana, 24 de noviembre de 1520. La expedición está fondeada ahora en la Bahía de las Sardinas, en medio del Estrecho de Todos los Santos. Y hace muy pocas fechas ha regresado con buenas nuevas la chalupa a la que encargó que inspeccionara el canal que se abría en sentido noroeste. Estos marineros han ratificado que sí, que al final de este paso creen haber visto el Mar del Sur, aunque han advertido también de los riesgos que puede conllevar la navegación de las tres naos por un espacio tan angosto en el que las corrientes son muy fuertes.

Tras celebrar en esta Bahía de las Sardinas la primera misa de la historia en este Estrecho de Todos los Santos, y tras tener que reacondicionar sus naves para intentar almacenar toda la comida y el agua posibles, así como madera y resina por si hay que reparar desperfectos en las embarcaciones, la flota de las Especias cuenta las horas para, de una vez por todas, desembocar en ese océano por el que jamás antes ha navegado un barco europeo. A Magallanes no le queda otra que santiguarse y esperar que no haya más reveses.

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