Diario de una gran hazaña | Epílogo
Así acabó una gesta que hizo cambiar el concepto del mundo
Quinto centenario de la primera Vuelta al Mundo
El 17 de abril de 1492, Colón recibía en la ciudad granadina de Santa Fe, de manos de los Reyes Católicos, las ansiadas capitulaciones con cuyos otorgamientos y financiación se le abría el camino soñado a la Tierra de las Especias. Navegó hacia poniente según lo previsto, pero uno de sus mentores, Paolo Toscanelli, le había contagiado de un gran error: pensar que el planeta Tierra era un cuarto más pequeño de lo que en realidad es. Así que, aunque se cumplió lo que, en secreto, le había regalado el piloto anónimo Alonso de Huelva –que a 750 leguas encontraría tierra –, Colón terminaría muriendo en Valladolid en 1506 medio esquizofrénico, sin saber realmente qué había descubierto y, afortunadamente, sin enterarse de que el continente por él descubierto recibiría el nombre de América, en honor a otro marino, Américo Vespuccio, dejando el legado de su nombre a un solo trozo de tierra: Colombia.
Treinta años después la historia parece repetirse: el 22 de marzo de 1518 Fernando de Magallanes, en esta ocasión en Valladolid, recibía también unas capitulaciones, por cierto prácticamente idénticas a las de Colón, de manos del nieto de los Reyes Católicos, nuestro rey Carlos I, con el mismo objetivo que buscaba Colón: alcanzar la Especiería por el oeste, si bien ahora Magallanes tenía que salvar el obstáculo del Nuevo Mundo descubierto, sin pretenderlo, por el Almirante.
El viaje de Magallanes sería también un hito en la historia de la navegación, aunque con matices muy diferentes. El primer viaje de Colón fue un desafío más psicológico que técnico, pues suponía repetir la osadía de muchos marinos que se habían atrevido a adentrarse en la Mar Tenebrosa, el Océano Atlántico de hoy, y que habían pagado el alto precio de no regresar nunca al no conocer el comportamiento de los vientos y corrientes de dicho mar. Además, las leyendas y maldiciones con respecto a este océano, unido a las muchas supersticiones de la época, hacían válida la profecía de Hércules, el non plus ultra que advertía que no había tierra más allá del Estrecho de Gibraltar. Pero Colón fue capaz de demostrar con sus tres naves que aquello no era así y que además había todo un mundo nuevo por descubrir.
Con el mismo rumbo de Colón, también el marino portugués encontró mucho más de lo que esperaba, no sólo el deseado paso hacia las Molucas, sino la extensa realidad del Mar del Sur y otros muchos descubrimientos inéditos hasta la fecha: tribus, flora, fauna, constelaciones y fenómenos atmosféricos y astronómicos.
El viaje de Magallanes, culminado por Elcano con la primera vuelta al mundo, fue una odisea tan inimaginable que hoy es considerada la mayor epopeya marinera de todos los tiempos y merecería una película a la altura de la épica de la gesta: 75.000 kilómetros recorridos en medio de las peores tormentas, falta de viento, enfermedades, hambre, frío, luchas, traiciones, deserciones y muchas vidas segadas en el camino.
Decir que Colón y Magallanes fueron almas gemelas igual es excesivo, pero desde luego son muchas las coincidencias entre ellos; ambos tienen un origen desconocido –Cristóbal Colón supuestamente nació en Génova y Magallanes en algún lugar del norte de Portugal– y aunque eran hombres de fuertes lazos familiares, la pasión que sintieron por la mar y su afán por descubrir fue superior a la fuerza de la sangre hasta el punto de dejar a un lado a los suyos y echarse a navegar rumbo a lo desconocido.
Colón salió de mala manera de Portugal después de sentirse traicionado por el rey Juan II, a quien había ofrecido su proyecto. Tras salir de la audiencia de palacio el rey envió a un piloto portugués por el derrotero marcado por Colón, no fuera que estuviera en lo cierto, y así robarle la idea. Pero el marino luso apenas navegó una semana y regresó temeroso de la Mar Tenebrosa. Y Colón, que supo de ello, decidió dirigirse a Castilla para buscar al otro lado de la frontera el apoyo que le negaba Portugal.
Y la historia se repitió con Magallanes, quién también salió de malas maneras del reino portugués, ninguneado por su rey Manuel I y, como ya hiciera Colón unas décadas antes, dirigió sus pasos hacia la Monarquía Hispánica, encontrando allí el apoyo, otorgamientos y financiación necesarias para llevar a cabo su proyecto.
Colón y Magallanes se asemejaban en algo más: ambos eran hombres de raza, con mucho carácter y sin habilidades sociales, lo que les granjeó estar siempre peleados con el mundo. Como capitanes generales de sus respectivas flotas, ejercieron un liderazgo más que cuestionable. Siempre desconfiados y sospechosos de sus tripulaciones, se encerraron en sí mismos provocando motines que, afortunadamente, se resolvieron felizmente para ellos. En el caso de Colón ello fue gracias a la intermediación de su segundo de a bordo, Martín Alonso Pinzón, quién en un arrebato de liderazgo y demostrando su casta de marino –a pesar del rechazo que le producía Colón–, con un golpe de autoridad sofocó el principio del motín a bordo de la nao Santa María que amenazaba con extenderse a toda la flota.
El caso de Magallanes fue diferente. En la bahía de San Julián, en la actual Argentina, y cuando llevaban ocho meses desde que zarparan de Sevilla, buena parte de la flota se había amotinado por la fuerza, pero el propio Magallanes, y los que le secundaron, en una operación propia de unidades de operaciones especiales de asalto, consiguieron reducir a los sublevados para seguidamente hacer caer todo el peso de la ley sobre los cabecillas sin compasión alguna.
Dos hombres dignos representantes de lo que conocemos como genio y figura y ambos controvertidos pero que se ganaron el respaldo de nuestros monarcas y que, a base de coraje y perseverancia, protagonizaron dos de las páginas más memorables de la Historia de España: el Descubrimiento de América y la llamada Expedición de la Globalización, cuyo quinto centenario venimos celebrando desde hace más de un año.
Desgraciadamente, aunque reconocidos y encumbrados por la Historia, ambos murieron sin ver hecho realidad su sueño: Colón en Valladolid reivindicando sus derechos y los de sus tripulaciones ante el Rey Católico y Magallanes, en un ataque mal calculado, pretendiendo hacer más grande la dimensión de nuestro Imperio.
Colón y Magallanes, dos vidas tan parecidas como irrepetibles.
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