Llamémosle arte
Crónica de la Alta Costura
La unicidad de una pieza, la artesanía o las horas de trabajo son algunos de los presentes en la semana de la Haute Couture de París.
Un máximo exponente de la industria de la moda. La epifanía del diseño.
Cuando se habla en la actualidad de moda se toma a la ligera. Es algo que causa indignación en un colectivo en el que puedo incluirme. Se toma a la ligera porque, en el sentido en el que la veo, la palabra moda, tiene unas connotaciones reales que difieren mucho de lo que se suele entender cuando se menciona.
Sin ánimo de ofender a nadie, he de decir que ser bloguera o crear looks low cost y combinarlos con un bolso que supera el millar de euros no es hacer moda. Aunque nos guste verlo, eso es otra cosa, digamos que es tener estilo, personalidad al vestir, que gozas de un aire inspirador, de un público que admira lo que haces, porque lo que haces, lo haces bien.
Y digo que no ofendo, porque es una realidad, por mucho que aprecie y admire a ciertas blogueras, que eso que vemos en Instagram no representa lo que es para mí hacer moda en el sentido correcto de la expresión.
Por supuesto que forman parte de este entramado socio-cultural que nos encanta, de este universo tan carismático, que lucen diseños con los que han soñado desde siempre, que se sientan en los front row de las firmas más importantes del mundo, que disfrutan con los desfiles y adaptan las tendencias, y nos inspiran con sus looks ideales e imágenes fascinantes, por supuesto. Viven la moda, pero no la hacen. Eso son palabras mayores.
Hacer moda es un arte. Y no todo el mundo tiene el don de saber qué es y cómo hacerlo. Moda es ver algo que te erice el vello. Es mirar una pieza y decir ¿cómo han creado esto? Moda es transmitir.
Es Maria Grazia Churi, sentada en su mesa de Avenue de la Mongtaine, pensando en cómo construir algo único, con respeto y amor por la firma que nutre con su creatividad cada día, Dior y su línea femenina.
Y llegando a la conclusión de que lo mejor es volver a sus raíces, y recuperar el trabajo del verdadero maestro, adaptando siluetas diseñadas por Christian Dior a una actualidad donde el querer ser original se confunde con la chabacanería. Y lo hace, en una colección llena de MODA en mayúsculas.
La diseñadora rescató las líneas fundamentales de la casa, como la chaqueta Bar, creada en 1947, con hombros redondeados y cintura marcada, añadiéndole mangas de murciélago. Savoir faire, como solo se hace en una pasarela de Alta Costura, pero con la dosis de innovación necesaria en un ámbito donde al fin y al cabo, prima lo inédito.
Vestidos rectos de manga larga, faldas midi, y maxi largos para cuando cae el sol. Seda, tul, transparencias y flores bordadas, tan características de Chiuri.
Sueño de una noche de verano
Y seguimos hablando de hacer moda. Y seguimos en París. Imaginamos que nos situamos en los magistrales salones del Palacio de la Ópera Garnier y nos dejamos embelesar. Llega la colección de otoño-invierno de Schiaparelli.
Y Bertrand Guyon guiñó al surrealismo de Elsa. Con sus respectivas pinceladas de teatralidad (no olvidemos el lugar emblemático por donde desfilan sus diseños) lo hizo también, hizo moda. Y vislumbramos el arte de la italiana. Apreciamos los atisbos de las pasadas colecciones de Elsa Schiaparelli con Salvador Dalí.
Ver galería del desfile de Schiaparelli en la Semana de la Alta Costura de París.
Vimos la fantasía, las prendas cargadas de simbolismo de la casa, vimos un cuento de mariposas, candados, bordados, botones y joyas de oro. Vimos tacones finos que sostenían botines, sandalias y zapatos imposibles. También sobriedad, terciopelos, rosas y máscaras.
Vimos un magnífico alarde del significado de Alta Costura. Donde las manos de los artesanos crean piezas únicas, a precios inalcanzables para una mayoría, que se deleita con obras de arte que podemos llevar puestas, al menos en nuestros sueños.
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