Cuarto de Muestras

Me lo callo

Nos están robando el silencio y el respeto

Soy más de acumular lecturas que libros en una orgullosa biblioteca de la que presumir, más de recuerdos reelaborados que de nítidas fotografías, más de silencios elocuentes que de proclamas de amor. Más de una copa que de un dulce, más del día que de la noche, más de la intemperie que de andar bajo cubierto, más del sol que de la lluvia, más de mirar que de cerrar los ojos. Quizás porque en las lecturas, los recuerdos, los silencios, la copa, el día, la intemperie, el sol o la mirada está nuestra vulnerabilidad más íntima, aquella que salta como un resorte cada vez que nos creemos ingenuamente más seguros.

Hay algo desafiante en la proclamación de lo que somos, en la exhibición de nuestras miserias, en las confesiones públicas. Algo de reafirmación y de búsqueda de convencimiento. Algo de necesidad de aprobación. Algo de carencia. El silencio, la discreción, las procesiones que van por dentro, los desahogos con la almohada no es que sean más educados, como nos han dicho siempre, es que son más humildes porque se detienen y ponen su límite en los demás. Callo no porque me desnude si hablo sino porque desnudo a los demás y les puedo hacer daño.

Dice Gracián, tan citado por esto, que “La queja trae descrédito” y es cierto, pero no sólo eso. No me imagino a un cirujano a la puerta del quirófano explicando a los familiares del enfermo sus inseguridades, exhibiendo que le tiembla el pulso hasta que por fin entra en faena, destacando que tiene miedo del resultado y de poner en juego la vida que tiene entre sus manos. Intuyo que no actúa tampoco de manera compasiva sino por entrega a su vocación y razón de vivir, curar a los demás. Si un día siente que no puede operar lo veo poniendo una excusa para no preocupar a los suyos y a sus pacientes con sus quebradizas y pasajeras inseguridades. Esto mismo puede decirse de un juez, de un cura, de un carnicero, de cualquiera. La inseguridad de este modo nos vuelve más responsables y conscientes de lo que somos y hacemos.

Hoy las redes están creando una nueva forma de relacionarse. Nos están acostumbrando a la exhibición, al alarde, a la pose, a la confesión impostada, a la necesidad de aprobación por los demás sin aceptarnos a nosotros mismos. Es una forma de eludir cualquier decisión personal. Nos están robando el silencio y el respeto. Nos están robando lo más valioso que tenemos, nuestra inseguridad.

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